Tambera y vicepresidente de Mujeres de la Ruralidad Argentina, Claudia Gerlero es una santafesina que con la actividad gremial ayuda a visibilizar a sus pares de todo el país.
Por Elida
Thiery (Aire Digital) - El
tambo es una actividad tan compleja como apasionante, que requiere de
una meticulosidad tal que a las mujeres les queda perfecta, en lo que
es un día a día tan desafiante, donde la naturaleza es la que en
definitiva rige todo.
Claudia
Gerlero lleva a la lechería en el corazón y su experiencia enseña
mucho.
“Mis
papás tenían tambo, yo nací en el campo ese en Bernardo de
Irigoyen (Departamento San Jerónimo). Obviamente que no era como
ahora, si bien tenían máquina ordeñadora, era un tambo como los de
antes”. Con sus hermanos siempre estaban presentes cuando sus
padres ordeñaban y ahí nace el orgullo por la lechería y el amor
por las vacas.
La
vida familiar los llevó al pueblo cuando ella tenía nueve años,
donde su papá se dedicó al comercio y el destino quiso que al
casarse vuelva a un tambo, en el campo donde sigue viviendo hoy, en
la misma zona.
Estuvo
muchos años en la fosa a la que hoy a veces sigue atendiendo, cuando
la repitencia de la actividad no entiende de ausencias en los grupos
de trabajo. Ordeñó de manera constante hasta cumplir los siete
meses de embarazo de sus mellizas. Volvió a hacerlo por mucho tiempo
más y lentamente se fue acomodando para dejar ese trabajo.
Casada
con Marcelo Aimaro, que fue presidente de la Mesa de Productores de
Leche de Santa Fe, tiene tres hijos y siempre repartió su vida entre
las tareas del campo, la crianza de los chicos y ahora de sus tres
nietos. Salvo en los años de secundaria de ellos, en los que se
instaló en Gálvez, su vida adulta transcurrió en la casa donde sus
suegros desarrollaron la lechería.
“El
del tambo es un trabajo duro, porque yo cuando no iba a ordeñar
estaba siempre en otras partes, en otra de la actividad del campo, en
el pastoreo y siempre estuve en la guachera”.
La
constancia, el valor del esfuerzo para progresar, el trabajo para
superar los desafíos diarios en el medio del campo es lo que hace
especial a las personas que hacen a esta actividad.
“El
trabajo del tambo es tan duro, pero moldea el caracter, te da coraje
para enfrentar un montón de cosas. Si vos podés ordeñar 400 vacas
todos los días, o podés asistir un parto y criar tantos terneros,
podés hacer un montón de otras cosas”.
Claudia
es una mujer grandiosa en su simpleza, siempre con un tono calmo, con
las palabras justas y con un empuje como pocas.
Ella
entiende a la tarea del tambo como un vínculo directo con las vacas.
“Hay
gente que lo disocia más, pero el tambo y el amor a los animales
para mí es todo parte de la misma cosa. He tenido la experiencia de
tener tamberos que vienen, porque obviamente que se gana mucha plata
siendo tambero, pero vos te das cuenta que si no le tienen amor al
trabajo y al animal, no duran, se van pronto, dejan la actividad .
Vos tenés que querer y acompañar al animal, darle amor para que las
vacas entren a ordeñarse, para que el ternero se amanse. No creo que
alguien pueda hacer este trabajo solamente por el dinero”.
Claudia
está a cargo de la guachera, ahora con unas 20 terneras, porque a
los machos no los crían en el campo. Espera un promedio de 80
terneritas para el pico de partos en julio y agosto.
Son
unas seis a siete horas por día para darles leche, hacer la
transición al alimento, pero en la temporada alta la asistencia a
los recién nacidos demanda un trabajo dedicado para la desinfección
de ombligos, vacunas, calostrado, caravaneado y tantos otros detalles
más, como es el cambio de camas en los días de lluvia.
A
todo eso le agrega las fichas de todos los animales, el registro de
agricultura, el programa de reproducción, e incluso la coordinación
del equipo que está en la sala de ordeño, con muestreos de calidad
de leche incluídos, pero también la asistencia en tiempos de
cosecha y la preparación diaria del almuerzo para todo el personal,
que lo comparte con su marido, que en definitiva es la cabeza de una
empresa lechera que avanza y donde los tres hijos y su yerno también
trabajan.
Tienen un corral de espera con bebedero, que no es algo
habitual, por donde pasan dos veces por días 380 vacas, para unos
ocho mil litros diarios, que deberían ser más y que lentamente
están creciendo hacia el final del verano.
Hace
unos años Claudia decidió dedicar un poco de su tiempo a la
participación en la Asociación Civil Mujeres de la Ruralidad
Argentina. Una de sus primeras experiencias fue participar en un
intercambio en la provincia de Neuquén con mujeres que desarrollan
la lechería en la Patagonia.
“Para
mí fue maravilloso, estar en contacto con esas mujeres, escuchando
experiencias y compartiendo lo que yo hago todos los días. En ese
viaje empiecé a decir, ´bueno, acá me gusta estar´. Las mujeres
estaban fascinadas con lo que uno contaba y yo más fascinada viendo
que podía trasladar y enseñar algo de lo que nosotros aplicamos en
el campo”.
“Para mi contar lo que hacemos diariamente y que
le sirva a alguien es genial. No pensé que en mi vida me iba a pasar
una cosa así. A veces uno cree que no es importante, o no es
interesante para nadie lo que uno hace como tarea de todos los días
y en definitiva sí”.
Ella recibió en 2023 el Premio Lía
Encalada que entrega la institución, en la categoría Lechería y
eso la motivó a involucrarse más llegando ahora a ser
vicepresidente de MRA. “Gracias a Dios tenemos WhatsApp, Zoom, un
montón de herramientas que hacen que uno acorte mucho las
distancias, pero igual lleva tiempo, me cuesta un montón, porque
hasta ese momento no me había dado cuenta de todo lo que estaba
haciendo”.
A
sus 54 años destaca “las ganas de hacer algo”, de aportar a lo
que las mujeres que hacen al campo en todo el país necesitan, “por
sobre todo visibilización, contar lo que hacen, absorber
experiencias de las demás para aplicarlas ellas. El intercambio de
conocimientos, de experiencias que puedan hacerse conocidas, ser
reconocidas y poder decir acá estoy”.
De
alguna manera, los Premios Lía Encalada que llevan tres ediciones y
se entregaron el año pasado en la ciudad de Santa Fe, en le marco
del 1° Foro Internacional de Género y Ruralidad, consiguen
descubrir el valor de las mujeres en cada una de las categorías que
hacen al más amplio concepto del campo.
“Es
un gran esfuerzo organizarlos, pero en esos días en los que se
encuentran todas las mujeres nominadas, se ve esa alegría, de las
que por primera vez salen de su campo, las que por primera vez se
suben a un avión, que llegan a otra provincia para ser reconocidas,
para compartir sus vidas y eso es lo importante, lo maravilloso”,
reflexiona.
Ahora
MRA está trabajando en la organización del Segundo Encuentro de
Mujeres Lecheras y Queseras que se hará en Todo Láctea 2025, el
miércoles 14 de mayo, en Esperanza.
Mientras
muchas historias se preparan para ser contadas y escuchadas, Claudia
Gerlero motiva con sus palabras.
“Reconozcámonos
un poco más nosotras, no tenemos que ocupar el lugar del hombre,
tenemos que estar nosotras en el lugar que nos corresponde, en lo que
sabemos hacer. Somos feministas en un sentido de la palabra” lo
dice mientras reconoce el acompañamiento mútuo con su marido
Marcelo. “Nosotros nos ayudamos en todo, nos acompañamos y cada
uno tiene su lugar y hace lo que quiere hacer”, quizá ahí esté
un poco la receta de la realización personal, a pesar de todos los
desafíos que propone la vida cotidiana, el trabajo, la familia, el
clima y por supuesto, la compleja lechería argentina.
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