U2 y su atrapante líder


La cancha de River se llenó como nunca. Desde temprano miles de personas esperaban afuera para acceder a un campo que se completó a poco de dar comienzo el show, mientras cuatro mil personas recibieron una plaza VIP en el "círculo dorado", un vallado que privilegió con un recital casi personalizado a esas personas que se esforzaron con largas horas de espera en un día templado en Buenos Aires.
Franz Ferdinand, la banda escocesa, tocó el miércoles 1° de marzo de 2006 desde las 20.15, a pesar que la mayoría de la gente no conocía sus canciones y sólo algunos estribillos, lentamente la emoción se comenzó a sentir.
Público de todas las edades y todos los niveles de fanatismo esperaron en los bien distribuidos lugares que llegue el plato fuerte. Cuando ya la ansiedad se acumulaba, comenzaron las "olas" nacidas en el Mundial de Méjico ´86, que sólo unos pocos se resistieron a un gesto simple de ponerse de pie con las manos en alto para aunarse a unas 70 mil personas, ya que desde el campo la adhesión fue con aplausos.
Desde la popular se veia todo, aunque en escalas reducidas. Una luz acompañó a las estrellas por un pasillos que iba por detrás del escenario, Bono apareció desde una de las puntas del escenario, envuelto en humo, con una campera forrada por la bandera argentina; y ahí comenzó el tercer concierto de U2 en Argentina, el primero después de ocho años de espera. El estallido estuvo durante el segundo y tercer tema, con Vértigo y Elevation, pero la pantalla de 25 metros de altura por nueve de ancho y las cuatro de cristal líquido completaban un espectáculo fantástico incluso para quienes ni siquiera conocían el tarareo de las canciones.
Desplazamientos por las plataformas que se desprendían del escenario, es lo que impactaba, incluso cuando Larry Mullen Jr. tocó en una de esas puntas, emulando el quehacer de The Edge y Adam Clayton, todos secundando el magnetismo de Bono, que hasta se permitió hacer un avioncito de papel con un mensaje que le regalaron los que lo tenían al lado.
El cierre llegaba temprano, con los acordes de One, en una invitación a la coexistencia, reuniendo en una palabra la cruz católica, la medialuna musulmana y la estrella de David. Pero la gente no se conforma tan rápido y a fuerza de aplausos hizo volver a los irlandeses dos veces más al escenario, a pesar de algún recelo al mencionar o mostrar la imagen del presidente Kircher, e incluso al mismísimo Bush.
Sin dejar los toques políticos de lado se repasaron los derechos humanos y hasta Bono se permitió una alocución de los duros momentos argentinos y llegó a agradecer la "buena vida" que les estaba dando el público, algo que siendo oriundos de donde eran quizá no lo hubieran imaginado, ya que las tierras de San Patricio fueron muy sufridas también.
Buen espectáculo, bien organizado, con un público ejemplar, fue el mejor balance para un show internacional que confirma el retorno de una avalancha de figuras.

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