Los desacuerdos de los acuerdos

Cada vez que alguna figura política reclama algo, seguramente ya conoce la respuesta.
Dejando de lado los embates presidenciales, que no discriminan sectores ni responsabilidades, es bueno destacar este vicio de dirigentes que se hace cada vez más común, con la llegada de las elecciones de octubre; y en algunos casos particulares de las diferentes provincias, antes incluso.
Cuando un funcionario se monta en un estrado y al microfono eleva una demanda sobre carencias o deficiencias que dependen de un tercero, en su sector geográfico o administrativo, lo más probable es que esa ansiada respuesta ya se conozca.
Las alternativas son dos.
La primera puede ser una gran enemistad que precise de una actualización, dejando inestable a la figura atacada, para sumar alguna que otra simpatía, por lo general, en grupos minoritarios afectados directamente en el reclamo.
La otra es sencilla, la relación entre el que se pone el traje de "paladín de la justicia" y el acusado "malo de la película" es tan estrecha que la solución no se demorará más que algunos minutos, cuando el segundo en cuestión tenga la palabra o como máximo algunas horas, si es que no compartieron el acto.
Ahora bien, cual será el verdadero sentido de estos tironeos internos, nunca los conoceremos en realidad, lo único certero es que la promoción es lo que cuenta y la cantidad de votos que se sumen por la hazaña es el premio a conseguir, cuando concluye un capítulo más de la contienda electoralista que nunca cesa.

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