Cruzar los Andes, al menos una vez en la vida

Disponerse a hacer el cruce de Los Andes de la manera más habitual es un desafío tentador y casi obligatorio, por motivos que no se alejan del disfrute visual y espiritual, aunque también oficia este viaje como una confirmación de la grandeza del Libertador.
Si se quiere la travesía sobre ruedas puede comenzar desde aquí, donde la planicie y el follaje son la estampa habitual. Ya al llegar a la provincia de Córdoba y más aún en San Luis, las ondulaciones van emocionando el espíritu, con tramos de arena al costado de la ruta y pasturas más secas.
Es en el "imperio de los Rodríguez Saa" donde se comprueba la mejora en las vías de comunicación terrestre, con rutas iluminadas y pavimento en perfecto estado. Con los sabidos beneficios de ayuda social, se continúa implementando un plan de forestación al costado de los caminos que emplea a cientos de desocupados, pero en realidad lo que también hace falta es el aseo de banquinas, sobre todo a la salida de la capital provincial, donde las bolsas de polietileno riegan la ruta de contaminación evitable.
Con sólo cruzar un curso de agua los álamos reciben en Mendoza, para dar paso a una de las ciudades más bonitas del lugar. Contorneada por acequias para combatir la aridez del terreno original, ordenada, reconocida por su pulcritud, y con calidez en sus habitantes, es el lugar ideal para un almuerzo y al menos unas horas de recorrida que no deben dejar afuera la plaza central Independencia, e incluso al Parque General San Martín, otra obra del Arquitecto Carlos Thays. En subida hacia el imponente Cerro La Gloria, con la estatua del Libertador, la insigne figura nacional y relevante cono en la cultura mendocina.
Pero el camino continúa y con una visión lejana de la precordillera se comienza a hacer sentir la placidez que brinda la estada en uno de los sectores más representativos de Cuyo. Con el Malbec, como cepaje estrella nacional y distintivo de los viñedos más extensos sobre los Andes, se atraviesan hermosos paisajes y alamedas, con la belleza natural de la zona, que aparece en cada curva del camino, a la cual se agrega la impactante visión de la destilería de Luján de Cuyo, uno de los más importantes polos industriales de la Provincia.
El recorrido serpentea entre esas moles oscuras y los pequeños valles hasta que el camino de faldeo y las extra formaciones rocosas anticipan el ingreso a un lugar de incalculable belleza, Potrerillos.
Con sus arroyos, con los recovecos para acampar en días de turismo familiar, o simplemente para tenderse sobre el manto de hierba y tener esa sensación de paz que brinda el paisaje, envuelto por lo general por la fresca brisa que no permite sufrir las grandes temperaturas o que en días de sol en esta época no deja que el frío nos atraviese, permite encontrar en todos los recorridos un oasis de paz, de felicidad ininterrumpida, durante largas horas.
Pasar una tarde y esperar la mañana en Uspallata deja un atisbo de la vida de pueblo con la tranquilidad de no desconfiar de los visitantes y una seguridad natural. Al salir el sol la Alta Montaña espera con la nieve cayendo por Penitentes, Laguna de Horcones, Puente del Inca y el magnífico Cerro Aconcagua, pero es el Cristo Redentor quien manda, dando paso a su túnel, el que une dos naciones y un mismo respeto por la naturaleza. Salvo en los casos de quienes piensan en munirse de un aerosol para dejar grabado sus nombres en la piedra, un delito que hiere profundo a un paisaje que brinda tanto.
Con las bajas temperaturas, el clima manda por estos días, la sorpresa de los fenómenos naturales dicta el ritmo del cruce, mientras el viento dibuja en la nieve formas irregulares, en tanto el paso de transporte pesado pareciera ser más habitual que el celeste cielo en días despejados.
Pensar en un tren trasandino activo para eliminar tanta contaminación y permitir un viaje diferente al ritmo de los rieles, abre la expectativa de retomar una tradición y poder ver de cerca los pasos del Camino del Inca.
A 3.175 metros sobre el nivel del mar y con 3.080 metros de longitud, controlado por Vialidad Nacional con 18 cámaras de video, desde un puesto en su ingreso, el túnel da paso a Chile y un descenso que interrumpido por el control aduanero, sin mucha cordialidad (aunque al regreso la bienvenida nacional no difiere demasiado); y por las 28 curvas caracol, dejan apreciar el espectáculo de las cumbres más altas de América toda.

El camino a Santiago

La falta de terrenos en Chile se demuestra con los cultivos en las laderas andinas, de olivos, vides y verduras. A la misma altura del mapa, hay más humedad, pero con poco florecimiento.Viviendas precarias, desinformación y buenas rutas enmarcan la llegada a la capital chilena, donde se mezclan trozos de otras urbes en una ciudad con centro poco definido, cortos horarios nocturnos y buena comida.
El punto infaltable a visitar son los cafés de Santiago, herencia de los años de dictadura, con barras angostas y bajas, sin mesas ni bancos, señoritas de vestidos ajustados que sirven una amplia carta de bebidas calientes y se ofrecen a la charla para una mayoría masculina.

Elida Thiery

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