El dueño de unos de los principales frigoríficos argentinos –mantendré en reserva su nombre- me expresó en forma categórica su respaldo a la idea de que la ganadería argentina debe incluir necesariamente a los pequeños y medianos productores y que tendría que utilizarse el subsidio directo a las explotaciones. Estuvimos analizando el sistema europeo, en el que se aplica la diferenciación en las políticas públicas y discutimos acerca de su aplicabilidad en nuestro país.
Tal vez a algún distraído pueda parecerle una posición módica, modesta, de elemental sentido común, pero basta ver los ataques de Grobocopatel a la agricultura familiar o a toda la runfla de vendedores de ilusiones agrarias a los partidos políticos, que aseguran que el progreso y la modernidad vienen de la mano de la concentración económica, la expulsión de chacareros, y la consolidación de una agricultura sin rostro humano; para darse cuenta del valor de la opinión, y de lo hondo que ha calado el debate que -de la mano de FAA- se está llevando adelante por una agricultura con agricultores.
Cabe señalar, que nuestra posición discrepa con buena parte del "progresismo" K y de otros que no son K y tampoco entienden qué pasa más allá de la General Paz. Sólo algunos referentes como Pino Solanas, Ricardo Alfonsín o Lisandro Viale, con autonomía de pensamiento, y defendiendo principios fundamentales para todo el interior productivo, sostuvieron -contra viento y marea- esa posición de diferenciar las políticas públicas para la clase chacarera; y el reconocimiento de esta realidad le valió todo tipo de ataques políticos y personales, de parte de estos “nuevos cultos” a los que suscribe buena parte del establishment culturoso portuario, que sólo se fija en el diente de De Ángeli o si nos comemos alguna “s”, en vez de ver el profundo trasfondo social, económico y productivo de lo que se está peleando. Ellos son “ignorantes” del país real, fieles servidores, muchos de ellos coptados por usinas panfletarias del gobierno, otros disfrazados de periodistas, todos disciplinados por la billetera.Cualquier tipo sensato –Pino y demás dirigentes que cité antes, al igual que el empresario frigorífico al que aludí, lo son- se da cuenta de que lo peor que le puede pasar a la ganadería argentina, con gravísimos daños para el país y su gente, es su definitiva concentración e integración vertical, que excluya a los productores y la transforme en un negocio de pocos actores, con muchísimos perdedores (productores, consumidores, obreros, frigoríficos, mataderos pequeños, etc) y un pequeño puñado de ganadores. Este es el modelo impulsado por el célebre Guillermo Moreno, que les permite negociar centralizadamente, por lo que ven a las posiciones dominantes y monopólicas de los protagonistas como una virtud… ¡Y después dicen que son progresistas! Los resultados de este esquema son concluyentes: desastre generalizado, con pocos beneficiados.De aquí en más, el debate del lado de la producción, no es por precio –que en este momento son magníficos-, ni por perspectivas –que traen muy buenas noticias de la demanda mundial-, sino buscar las maneras para que la necesaria recomposición del stock, al que hoy le faltan 10.000.000 de cabezas, no deje afuera a los 8.100 pequeños y medianos productores que malvendieron y que hoy no pueden volver al negocio aunque quieran.Asimismo, tampoco se trata de volver a tontas y a locas: debe haber condiciones, un plan de retención de terneras, pasturas, infraestructura, etc., para que los que se fueron y tengan ganas de regresar, de diversificar, de apostar por la chacra mixta puedan hacerlo, contando con rentabilidad sustentable en el tiempo, porque sin ese pequeño gran detalle, no hay milagro posible. En esta misma línea, resulta fundamental que las políticas ganaderas recuperen la institucionalidad que les corresponde, en el ámbito del Ministerio de Agricultura, y dejen de ser tomadas en la nefasta Secretaría de Comercio.Ese plan es tan necesario como urgente -para aprovechar los buenos tiempos de los mercados mundiales- y debe definir claramente los tiempos (dos ciclos ganaderos, 8 años), las formas (para que no cambien las reglas de juego a mitad camino) y los respaldos políticos (debe estar refrendado por el oficialismo y por la oposición). Todas estas son verdades tan ingenuas que parece mentira que sean el nudo de central de la implementación de cualquier política ganadera, tratándose de una cadena de la que dependen 2.000.000 millones de personas. Pero sin esas “elementalidades” no habrá ganadería sustentable en la Argentina y dejará de ser una actividad de miles, para ser una actividad de cientos.Estamos ante la disyuntiva de hierro que tiene toda nuestra sociedad y es quién va a producir la mesa de los argentinos, si es a través de una agricultura de rostro humano, o por medio de un par de miles de empresas concentradas, integradas verticalmente, con casi todos su rubros cartelizados y con posiciones monopólicas. Es ese el dilema a resolver: ¿quiénes? Y ¿para qué? Allí estaremos, del lado débil y flaco de la ganadería, los pequeños y medianos productores, luchando para sobrevivir a la concentración, para seguir siendo los que pongamos la carne en la mesa de nuestros compatriotas.Los productores ya estamos convencidos, ahora hay que empapar de esas ideas a los políticos, haciéndoles comprender que hace falta un poco más de imaginación, patriotismo y confianza en su propio pueblo para ir por un plan ganadero que ponga límites a los monopolios, a la concentración y garantice el abastecimiento interno, la exportación y ponga la carne como una integralidad cultural, económica, política, social, y de ocupación territorial, que además se complemente e interactúe con las otras carnes: pollo, pescado, cerdo, etc. para que haya carne para todos y con todos adentro de la cadena… parece fácil pero no lo es!
Tal vez a algún distraído pueda parecerle una posición módica, modesta, de elemental sentido común, pero basta ver los ataques de Grobocopatel a la agricultura familiar o a toda la runfla de vendedores de ilusiones agrarias a los partidos políticos, que aseguran que el progreso y la modernidad vienen de la mano de la concentración económica, la expulsión de chacareros, y la consolidación de una agricultura sin rostro humano; para darse cuenta del valor de la opinión, y de lo hondo que ha calado el debate que -de la mano de FAA- se está llevando adelante por una agricultura con agricultores.
Cabe señalar, que nuestra posición discrepa con buena parte del "progresismo" K y de otros que no son K y tampoco entienden qué pasa más allá de la General Paz. Sólo algunos referentes como Pino Solanas, Ricardo Alfonsín o Lisandro Viale, con autonomía de pensamiento, y defendiendo principios fundamentales para todo el interior productivo, sostuvieron -contra viento y marea- esa posición de diferenciar las políticas públicas para la clase chacarera; y el reconocimiento de esta realidad le valió todo tipo de ataques políticos y personales, de parte de estos “nuevos cultos” a los que suscribe buena parte del establishment culturoso portuario, que sólo se fija en el diente de De Ángeli o si nos comemos alguna “s”, en vez de ver el profundo trasfondo social, económico y productivo de lo que se está peleando. Ellos son “ignorantes” del país real, fieles servidores, muchos de ellos coptados por usinas panfletarias del gobierno, otros disfrazados de periodistas, todos disciplinados por la billetera.Cualquier tipo sensato –Pino y demás dirigentes que cité antes, al igual que el empresario frigorífico al que aludí, lo son- se da cuenta de que lo peor que le puede pasar a la ganadería argentina, con gravísimos daños para el país y su gente, es su definitiva concentración e integración vertical, que excluya a los productores y la transforme en un negocio de pocos actores, con muchísimos perdedores (productores, consumidores, obreros, frigoríficos, mataderos pequeños, etc) y un pequeño puñado de ganadores. Este es el modelo impulsado por el célebre Guillermo Moreno, que les permite negociar centralizadamente, por lo que ven a las posiciones dominantes y monopólicas de los protagonistas como una virtud… ¡Y después dicen que son progresistas! Los resultados de este esquema son concluyentes: desastre generalizado, con pocos beneficiados.De aquí en más, el debate del lado de la producción, no es por precio –que en este momento son magníficos-, ni por perspectivas –que traen muy buenas noticias de la demanda mundial-, sino buscar las maneras para que la necesaria recomposición del stock, al que hoy le faltan 10.000.000 de cabezas, no deje afuera a los 8.100 pequeños y medianos productores que malvendieron y que hoy no pueden volver al negocio aunque quieran.Asimismo, tampoco se trata de volver a tontas y a locas: debe haber condiciones, un plan de retención de terneras, pasturas, infraestructura, etc., para que los que se fueron y tengan ganas de regresar, de diversificar, de apostar por la chacra mixta puedan hacerlo, contando con rentabilidad sustentable en el tiempo, porque sin ese pequeño gran detalle, no hay milagro posible. En esta misma línea, resulta fundamental que las políticas ganaderas recuperen la institucionalidad que les corresponde, en el ámbito del Ministerio de Agricultura, y dejen de ser tomadas en la nefasta Secretaría de Comercio.Ese plan es tan necesario como urgente -para aprovechar los buenos tiempos de los mercados mundiales- y debe definir claramente los tiempos (dos ciclos ganaderos, 8 años), las formas (para que no cambien las reglas de juego a mitad camino) y los respaldos políticos (debe estar refrendado por el oficialismo y por la oposición). Todas estas son verdades tan ingenuas que parece mentira que sean el nudo de central de la implementación de cualquier política ganadera, tratándose de una cadena de la que dependen 2.000.000 millones de personas. Pero sin esas “elementalidades” no habrá ganadería sustentable en la Argentina y dejará de ser una actividad de miles, para ser una actividad de cientos.Estamos ante la disyuntiva de hierro que tiene toda nuestra sociedad y es quién va a producir la mesa de los argentinos, si es a través de una agricultura de rostro humano, o por medio de un par de miles de empresas concentradas, integradas verticalmente, con casi todos su rubros cartelizados y con posiciones monopólicas. Es ese el dilema a resolver: ¿quiénes? Y ¿para qué? Allí estaremos, del lado débil y flaco de la ganadería, los pequeños y medianos productores, luchando para sobrevivir a la concentración, para seguir siendo los que pongamos la carne en la mesa de nuestros compatriotas.Los productores ya estamos convencidos, ahora hay que empapar de esas ideas a los políticos, haciéndoles comprender que hace falta un poco más de imaginación, patriotismo y confianza en su propio pueblo para ir por un plan ganadero que ponga límites a los monopolios, a la concentración y garantice el abastecimiento interno, la exportación y ponga la carne como una integralidad cultural, económica, política, social, y de ocupación territorial, que además se complemente e interactúe con las otras carnes: pollo, pescado, cerdo, etc. para que haya carne para todos y con todos adentro de la cadena… parece fácil pero no lo es!
Salud y cosechas.
Pedro Peretti - referente de la Comisión Ganadera de la Federación Agraria Argentina.
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