Superando ampliamente el registro promedio del primer mes del año, que es de 118,5 milímetros, en enero el acumulado de lluvia trepó a 202,2 en Rafaela, con precipitaciones bien repartidas en los 31 días.
La verdad es que antes que llegue “La Niña” empezó a regar algo de pánico en la producción que depende exclusivamente del condicionamiento climático.
Desde junio del año pasado los registros mensuales venían muy por debajo de los promedios históricos y esto atemorizaba al tiempo de transitar veranos crueles. Pero la cuestión ya estaba bastante acomodada para diciembre, cuando con 100,2; se estaba cerca del cociente de 123,6 de la historia que se puede repasar en el registro de la Estación Experimental Agropecuaria Rafaela del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, que terminó en 799,2 para toda la suma anual.
Pero el primero de enero ya trajo agua, con 23 milímetros, se abría un registro que llegó a los 70,8 el pasado miércoles 26 en una seguidilla de tormentas que intentaban calmar la ola de calor. Fue esta suma la determinante para asegurar la tendencia lluviosa de este enero, al acumularse en los últimos diez días 150,2 milímetros, bien ayudados por los 24,3 y 38,2 de los dos últimos días del mes recién concluido.
Fueron 202,2 los milímetros acumulados en 31 días, esos que le dieron un respiro al maíz y a la soja, los que recuperaron la humedad más profunda en la tierra y que llegaron para paliar la disparidad de crecimiento en los cultivos. Quedó entonces ampliamente superado el promedio de la serie histórica que presenta el INTA en Rafaela desde 1930, con 118,5.
Es entonces que con esta seguidilla se releva que fue este enero el más lluvioso de los últimos 11 años, ya que había sido en 2001, con 232,4 que se había dado el último pico de precipitaciones, mientras que en el otro extremo del balance de más de una década, 2009 quedaba relegado al piso con 22,4, cerca del nivel más bajo de la historia que se dio en 1979 con 16 milímetros.
Este fenómeno de la región circundante a Rafaela, también se dio en la ciudad capital provincial y sus alrededores, ya que desde 2001 cuando habían caído 184,5, este enero con 153,3, en Santa Fe se logró superar al cociente que resulta del relevo del Centro de Información Meteorológica de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas de la Universidad Nacional del Litoral.
Sirve entonces repasar en las precipitaciones que mide el INTA Rafaela en el campo que por lejos fue 1981 el mes de enero con más caída de agua, ya que en ese momento se habían contabilizado 330,9 para los 31 días, siguiendo en detrimento, 1958 con 299,1; 1971 con 256,9; y 1998 cib 250,3 milímetros en total.
Al ser más corto, febrero tiene un promedio menor histórico de 111,7 milímetros que se estima que a este ritmo se puede bordear. Ya hay quienes hablan de alguna semana que reitere a la última de enero, para poder sostener las estimaciones de cosecha, como es el caso de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, que al haber caído de 55 millones a 47 la campaña total de la soja, considera que de haber chaparrones dispersos, se puede entender que la cosecha quedará en esos términos numéricos.
Tanto en las ciudades como en el campo, la lluvia deberá llegar para calmar la voracidad del calor de este verano y así salvar las inversiones en la tierra y aquietar los ánimos entre tanto torbellino político que acecha a la producción.
La verdad es que antes que llegue “La Niña” empezó a regar algo de pánico en la producción que depende exclusivamente del condicionamiento climático.
Desde junio del año pasado los registros mensuales venían muy por debajo de los promedios históricos y esto atemorizaba al tiempo de transitar veranos crueles. Pero la cuestión ya estaba bastante acomodada para diciembre, cuando con 100,2; se estaba cerca del cociente de 123,6 de la historia que se puede repasar en el registro de la Estación Experimental Agropecuaria Rafaela del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, que terminó en 799,2 para toda la suma anual.
Pero el primero de enero ya trajo agua, con 23 milímetros, se abría un registro que llegó a los 70,8 el pasado miércoles 26 en una seguidilla de tormentas que intentaban calmar la ola de calor. Fue esta suma la determinante para asegurar la tendencia lluviosa de este enero, al acumularse en los últimos diez días 150,2 milímetros, bien ayudados por los 24,3 y 38,2 de los dos últimos días del mes recién concluido.
Fueron 202,2 los milímetros acumulados en 31 días, esos que le dieron un respiro al maíz y a la soja, los que recuperaron la humedad más profunda en la tierra y que llegaron para paliar la disparidad de crecimiento en los cultivos. Quedó entonces ampliamente superado el promedio de la serie histórica que presenta el INTA en Rafaela desde 1930, con 118,5.
Es entonces que con esta seguidilla se releva que fue este enero el más lluvioso de los últimos 11 años, ya que había sido en 2001, con 232,4 que se había dado el último pico de precipitaciones, mientras que en el otro extremo del balance de más de una década, 2009 quedaba relegado al piso con 22,4, cerca del nivel más bajo de la historia que se dio en 1979 con 16 milímetros.
Este fenómeno de la región circundante a Rafaela, también se dio en la ciudad capital provincial y sus alrededores, ya que desde 2001 cuando habían caído 184,5, este enero con 153,3, en Santa Fe se logró superar al cociente que resulta del relevo del Centro de Información Meteorológica de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas de la Universidad Nacional del Litoral.
Sirve entonces repasar en las precipitaciones que mide el INTA Rafaela en el campo que por lejos fue 1981 el mes de enero con más caída de agua, ya que en ese momento se habían contabilizado 330,9 para los 31 días, siguiendo en detrimento, 1958 con 299,1; 1971 con 256,9; y 1998 cib 250,3 milímetros en total.
Al ser más corto, febrero tiene un promedio menor histórico de 111,7 milímetros que se estima que a este ritmo se puede bordear. Ya hay quienes hablan de alguna semana que reitere a la última de enero, para poder sostener las estimaciones de cosecha, como es el caso de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, que al haber caído de 55 millones a 47 la campaña total de la soja, considera que de haber chaparrones dispersos, se puede entender que la cosecha quedará en esos términos numéricos.
Tanto en las ciudades como en el campo, la lluvia deberá llegar para calmar la voracidad del calor de este verano y así salvar las inversiones en la tierra y aquietar los ánimos entre tanto torbellino político que acecha a la producción.
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