En medio de la crisis de SanCor que ahora aparece en medios nacionales, la lechería empieza a mostrar su fase más endeble.
Por Elida Thiery - Hace más de un mes se habían pedido
explicaciones, detalles sobre la política lechera de este Gobierno, con un año
larguísimo de gestión recorrido. El jueves pasado en el Ministerio de
Agroindustria las respuestas fueron tan idílicas y dispersas que nadie se fue
conforme.
Estaban industriales de todos los tamaños y entidades de
productores, nadie terminó de encajar en el encuentro, sobre todo los
funcionarios presentes.
Mientras la política sigue sin tener una planificación en
cuanto a la lechería y se sigue apostando a la idea de productividad, a pesar
de la falta de rentabilidad, la hipertecnificación, sin tener con qué hacerlo,
la realidad del sector es caótica.
Sin apoyarse en SanCor que pivotea entre su propia herencia
de administración fallida, el clima como factor condicionante, la inflación que
retiene al consumo interno, la falta de promoción de exportaciones e
incumplimientos en los pagos de su mayor cliente, Venezuela, la baja en los
precios internacionales, pero también la falta de una soga política que pueda
evitar la venta de varios segmentos más de negocios, la Cooperativa enfrenta
hoy una crisis que se trasluce en el cierre de cuatro de sus plantas (Charlone
y Brinkmann, como estaba previsto para mediados de año, a las que se suman
Centeno y Moldes). Pero es clave la pérdida de unos 500 mil litros diarios, no
sólo por cuestiones de producción primaria caída, sino porque son otras
empresas las que aprovechan la situación, a modo de “corrida bancaria” y se
quedan con el capital de los tamberos, en medio de la desesperación para no
seguir perdiendo. Con un crédito ya dado durante el año anterior, una necesidad
que lo multiplica por ocho ahora y una oferta internacional que debería hacer
un recorrido de aprobaciones que no es tan simple como una venta, por ser una
cooperativa, las negociaciones no cesan y la reestructuración cobra
importancia.
Si bien la semana anterior La Serenísima anunció la misma
acción en una de sus plantas santafesinas, fue SanCor la que estuvo en estas
horas en boca de todos, incluso de los que solo saben que la leche sale de la
vaca, sin poder definir razas productoras. Pero el caso demuestra que no es
sólo la gran cooperativa nacional la que padece, sino que son todas las
empresas lácteas las que agonizan. Con más o menos deuda, todas tienen números
en rojo.
En la reunión de hace una semana, Alejandro Sammartino y
Ricky Negri escucharon por primera vez una instancia de reclamo empresarial
para sentar definitivamente a la fase comercial a una mesa de debate y diálogo.
Lo que por gentileza el Gobierno incluía hace un año en el Acuerdo-Marco de
Venado Tuerto y jamás se ocupó de cumplir, o que según dijeron “no estaban
dadas las condiciones”. La Nación deja todo librado al azar, que tiene un
presente muy complicado y un futuro incierto, al que se le suma una nueva baja
de los lácteos, de la leche en polvo en particular que volvió al rango de los
2.700 dólares por tonelada según lo demostró la última subasta electrónica de
Fonterra.
Son muchos los que están de cocktail en evento en ExpoAgro,
que debe ser una fiesta para el campo, pero que siempre tiene a la lechería en
medio de una nueva crisis, edición tras edición. No se trasluce en las acciones
de gobierno una definición, salvo en palabras sueltas y en declaraciones vacías
de acción.
En el camino electoral, quizá el Ministro Buryaile mueva
algunas piezas para sumar visibilidad a través de SanCor, pero no para resolver
a la situación de fondo del sector.
La crisis eterna sigue y en medio del tironeo de tamberos,
de industrias de todos los tamaños entre sí, de los gobiernos que no acuerdan
al menos un sentido ínfimo de orden y donde a la vez la fuerza sindical es la
que termina por sobre toda esta situación irregular, sin adaptarse a lo
padecido por el resto de los eslabones y con la dominancia concreta, al tiempo que la sangría no cesa.
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