El Ing. Juan Molfino, especialista en esta tecnología
compartió evaluaciones hechas en Australia respecto a la reutilización del
tiempo que liberan los robots.
Por Elida Thiery (Agrofy News) - Del tambo tradicional a la aplicación de la tecnología para
mejorar y alivianar la producción, la lechería vivió en los últimos años una
revolución que en nuestro país recién comenzamos a ver.
Es muy reciente la incorporación de los robots al ordeño, ya
que para fines de 2015 en el INTA Rafaela se puso en marcha el primero del
país, con una incorporación muy lenta a la producción en general, por temas ya
sabidos de financiamiento, inflación, devaluación y falta de rentabilidad para
el productor.
Precisamente de esta ciudad, hay un especialista en ordeño
robótico que tiene una mirada especial sobre el tema. Juan Molfino es ingeniero
agrónomo, recibido en la facultad de Esperanza de la Universidad Nacional del
Litoral, que con experiencia laboral en Nueva Zelandia decidió doctorarse en
sistemas de ordeño robotizado en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad
de Sidney.
Con más oportunidades de crecimiento en Australia y luego de
un breve paso por nuestro país su evaluación es simple, “los robots son una
tecnología que los productores ya están adoptando y van a seguir haciéndolo.
Como sucede con todas, al principio se esperaron las pruebas de los productores
líderes, de los más atrevidos y a partir de eso comienza la masividad. Esta es
una tecnología que funciona muy bien, pero hay que tener cuidado con respecto a
nuestras expectativas claras. Lo único que hacen los robots de ordeño es
ordeñar, por lo tanto lo único que se suplanta con ellos en el tambo es la mano
de obra a la hora de ordeñar, el resto hay que seguir haciéndolo normalmente”,
añadiendo que “el ordeño voluntario que genera el robot libera la tarea de ir a
buscar a las vacas, por lo tanto caminan por si solas y eso hace que el manejo
diario cambie un poco”.
Esa liberación de tiempo para cumplir con otras obligaciones
es la que invita a invertir y probar, algó así como unos 300 mil dólares por
maquinaria, a lo que se debe sumar la obra civil especial para el corral de
espera y el espacio de ordeño que requiere un robot, como mínimo.
“En Australia al momento hay 45 tambos operando con robots y
otros 25 en Nueva Zelandia y se sigue adoptando esta tecnología que es cara,
con lo cual se hace más lenta la adquisición. En nuestro país ya hay algunos
ejemplos de establecimientos con robots y hay interés en seguir sumando”. El
análisis de Juan Molfino no puede evitar la comparación productiva y las
condiciones en general entre Australia y Argentina, con lo cual el camino
indica que más lentamente pero con certezas la adopción de esta tecnología
tendrá buenos resultados también aquí.
Claro que esto no es lo único, ya que la evolución lleva a
tener en marcha en el mundo ya los cercos perimetrales virtuales para el
control a distancia de los lotes de pastoreo, como meros ejemplos. Sin embargo
la crisis permanente corre los plazos aunque la expectativa no decaiga. “La
clave esta ahí. Muchas de estas tecnologías además de hacer a los sistemas más
eficientes lo que hacen es ayudar a la calidad de vida del productor y del peón
rural”.
Durante sus primeros dos años de estudio y trabajo en
Australia Molfino se dedicó a evaluar el impacto de los robots en las acciones
cotidianas del tambo y en las personas a cargo. “Con un robot el productor ya
no se tiene que levantar nunca más a las 3 de la mañana, sino que puede empezar
su tarea a las 7, pueden ir a buscar a los chicos a la salida de la escuela,
estar un sábado a la tarde paseando en el pueblo. El impacto en la calidad de
vida es muy grande, aunque no se le pueda poner un número económico. De todas
maneras está demostrado que muchos productores incrementan la eficiencia de la
mano de obra y en algunos se afecta dramáticamente la calidad de vida, la
mejora ampliamente”.
La tecnología ayuda a la vida cotidiana, en todo y en el
tambo permite que “algunos productores trabajen menos, otros trabajan más, e
incluso hay quienes trabajan la misma cantidad de tiempo pero el 50 por ciento
de las horas antes se destinaban a estar en la fosa y ahora las aplican a otros
aspectos del negocio donde va a haber un mayor impacto como puede ser el manejo
del pasto, de la recría”, o dedicarse a tomar decisiones empresariales con más
conciencia. Por supuesto que esa liberación de tiempo y la posibilidad de la
eficiencia también dependen de los objetivos de cada productor, porque también
hay muchos que deciden que en los tiempos que a partir del robot encuentran
libres, no los vuelven a ocupar.
Juan Molfino comentó a Agrofy News que “en Australia hoy por
hoy los problemas de un tambero son muy parecidos a los que tiene uno en
Argentina. La mano de obra hoy es clave, porque es muy difícil encontrar a
quienes quieran instalarse en un tambo, que tengan capacitación, sumándose a
eso la variabilidad climática. Las sequías de los últimos años llevaron a no
poder superar la producción total anual en los últimos siete años, con
condiciones climáticas extremas que impactan fuertemente” en todas las
temporadas.
El precio es un tema cotidiano, constante y agobiante acá,
pero allá es una variable de consideración, que llega en tercer lugar del otro
lado del globo.
La mirada y la consideración australiana tiene al productor
argentino con una alta estima, ya que “ninguno deja de sorprenderse de la
resiliencia de los tamberos, además de las condiciones agroclimáticas en gran
parte del país. Tenemos potenciales grandísimos, que es algo que uno ya sabe,
pero cuando lo recalcan desde afuera tiene un mayor impacto”, finalizó.
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