Julio Ramos, sacerdote, director de una escuela y responsable de un
tambo, habló con Agrofy News sobre todos los sabores de la actividad.
Por Elida Thiery (Agrofy News) - Sanjuanino
“envasado en origen”, según él. Con un amor por el campo que lo vivía mirando
revistas del sector cuando era chico, en esa casa en medio del clima seco y
bien lejos de la pampa. Así comienza la historia
del Padre Julio Ramos que lo tiene desde hace varios años a cargo de la
educación religiosa, formal y en oficios de varias decenas de chicos, de la
mano del tambo.
Muchos lo conocimos a través de twitter, donde se
describe como “educador, salesiano y sacerdote. Criollista. Gaucho”, e
hincha de San Lorenzo. Con 52 años, 33 como religioso salesiano, tres décadas
como educador y 25 de sacerdocio, llegó al campo junto con su vocación de fe.
“Los
salesianos en nuestra formación tenemos una etapa de trabajo y fogueo en las
comunidades, como para ir probando cuál va a ser el estilo de vida futura. A mí
esos dos años de prueba me tocaron en una escuela agrotécnica en Río Cuarto. Mi
pasión por el campo allí se despertó mucho más y por la vida rural también.
Cuando terminé los estudios y al ordenarme sacerdote en 1994, volví nuevamente
a esa escuela y pude estar tres años más viviendo esa experiencia, ya en otro
rol, combinando la organización escolar como rector”. Luego tuvo una
experiencia similar en una escuela vitivinícola en Mendoza, con el paso
posterior por otros establecimientos.
Fue
en 2013 cuando le propusieron llegar a la Escuela Agrotécnica Salesiana
Concepción Gutiérrez de Unzue, en la zona rural de La Trinidad, a 70 kilómetros
de Pergamino y 90 de Junín, partido de General Arenales, en el norte
bonaerense.
En
el corazón de la zona núcleo, esta institución educa a más de 200 alumnos, de
los cuales 176 son pupilos de lunes a viernes que además de tener educación
formal, pasan todos por 14 secciones prácticas que van desde la carpintería, la
mecánica, la huerta, la agricultura, hasta ganadería, quesería, dulcería; y
tambo, que se transitan durante los siete años del ciclo secundario bonaerense.
Es
rector de la escuela, pero muchas veces estuvo trabajando en la fosa, como
parte de lo que él considera “una contención, un apoyo y acompañamiento a la
gente que está en el trabajo diario”.
El
tambo tiene entre 170 y 200 vacas en ordeño, según la temporada para una
resultante de más de cuatro mil litros diarios, que se entregan a La Serenísima
de Junín y General Rodríguez, a razón de dos mil litros diarios durante la
semana, por la producción propia y el consumo de los estudiantes, mientras que
los fines de semana la entrega es por el total del ordeño. El último precio
liquidado en enero promedió 9,60 por litro.
Hasta
el año pasado eran proveedores de SanCor, en una suerte de pool que conformaban
con escuelas similares de Venado Tuerto, Río Cuarto; y Colonia Vignaud y casas
espirituales de Manucho, Brinkmann. La crisis de la cooperativa llevó a
hacerlos considerar una producción total propia, pero lo más sensato fue recaer
en industrias tradicionales.
“El
tambo en la escuela pasó de una simple sección práctica a un espacio productivo
importante porque provee la materia prima para la quesería, la dulcería y por
eso se redimensionó e incorporamos a más personal. A eso lo pudimos conseguir
gracias al agregado de valor que le dimos a la materia prima”, siempre con la
prioridad de tenerlo como una oferta educativa complementaria para los
chicos.
Claro
que en una explotación multipropósito como la descripta, que incluye silos para
el preparado de las raciones para el ganado, las dificultades son las mismas
que las de cualquier otra del rubro. “Hay cosas que nos demandan más tiempo por
estar a cargo de chicos que están haciendo todo un camino de aprendizaje, con
lo cual se asumen esos costos”. Más allá de eso, el tambo no es lo único y con
baja rentabilidad, se termina sustentando con otras actividades, desde la
agricultura, hasta la porcinocultura, también en el predio. “Si fuese por el
tambo solo, viéndolo sólo como una explotación única, estaríamos con el agua al
cuello”, reconoce Ramos.
Agrofy
termina en esta entrevista descubriendo al cura que dio la bendición durante
aquel acuerdo de Venado Tuerto, el 8 de enero de 2016, también en una escuela
agrotécnica salesiana. “Yo acompañaba pastoralmente a esa escuela y estuve el
día de aquel día y dí la bendición, cuando se intentaban subir cuarenta
centavos el litro de leche”. Para el Padre, “eso duró poquísimo y creo que
hemos ido de mal en peor, hasta ahora que un poquito se está estabilizando la
lechería, pero se ha tenido que pasar sobre los hombros y el esfuerzo de
tantísima gente. Por eso esperamos que esto empiece a repuntar, con todo el
movimiento que hay en el mercado interno”, aunque se depende de muchas
variables, donde se deben tomar buenas decisiones, desde la alimentación de los
animales con un ciclo completo armado, hasta el destino que disponga la
meteorología.
Deberes
Para
el cura tambero la lechería debería tener “una mirada más crítica y más
profunda de lo que es la comercialización, porque tanta intermediación hace
diluir el esfuerzo con tanto aumento de costos que no termina de llegar al
productor”. Pero pone énfasis en tener que contar con “una mirada política que
permita jugarse por una producción así como la lechería, para que el productor
mediano o chico también pueda aspirar a seguir caminando, por el cuidado de los
tambos y de la propia producción”.
De
todas maneras, mirando hacia adentro de alguna manera, propone que “los
productores deben tener un cambio de mentalidad, una mayor asociatividad,
porque el que siempre hizo la suya se hundió solo, en cambio los que trabajaron
juntos más o menos la van llevando, por el hecho de tener una manera de pensar
en común”.
Entre
el amor por los animales y la confianza en el trabajo, este sacerdote sostiene
que “en el tambo hay primero fe en lo humano, para que cada uno en su puesto
haga lo mejor para que las cosas marchen. Hay que tener una buena organización
en el mismo núcleo productivo, buscando el bien de todos. Pero la mirada al
cielo ciertamente nos da ese aliento final en lo superior, o trascendente. Al
humano se le acaba la pila pronto, pero con fe no”.
Sosteniendo
a María Auxiliadora como la patrona del campo argentino y a quien le reza cada
vez que las nubes amenazan o el clima no ayuda, el Padre Julio entiende con
claridad lo que dijera el Papa Francisco, sobre que “el verdadero poder es
servicio”, en un sentido claro de contención para la supervivencia en una
actividad sacrificada, pero a la vez conmovedora.
En
un lugar apacible y casi cinematográfico como es la Escuela de La Trinidad, la
actividad del Padre no tiene descanso, igual que el tambo. La religión y este
desafío productivo son simplemente para él “una vivencia de la vocación”.
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