Esto quedó demostrado con el
análisis de siete cráneos del neolítico que coinciden con la llegada de ovejas
y vacas a las islas.
El descubrimiento de proteínas de leche en el sarro de los dientes de
siete cráneos sugiere este consumo en la adultez, al menos, lo cual se
considera una rareza para los mamíferos maduros, con lo cual demuestran alta
tolerancia al dolor abdominal, náuseas, diarrea y flatulencias.
Específicamente, el sarro atrapó una proteína láctea llamada beta lactoglobulina,
que no podría haber llegado allí de otra manera más que por la ingesta, según describe
el estudio.
Sin embargo, los isleños británicos probablemente no fueron las
primeras personas en el mundo en comer lácteos, pero sí en tenerlo probado. Ese
privilegio probablemente pertenece a los mesopotámicos que domesticaron a la
vaca, la cabra y la oveja hace más de diez mil años, aunque en teoría podrían
haber restringido el consumo a la carne durante milenios.
En ausencia de cualquier estudio sobre el sarro dental en esqueletos
mesopotámicos de hace hasta 12 mil años, son los pastores británicos
prehistóricos de hace seis mil años el primer ejemplo comprobable de consumo de
leche.
La línea de tiempo sugiere que los antiguos británicos comenzaron a
consumir leche aproximadamente al mismo tiempo que los animales lecheros
llegaron a las islas británicas, lo que a su vez sugiere que el consumo de
lácteos despegó rápidamente, según el análisis paleontológico.
En casi todos los mamíferos, la producción de lactasa, la enzima que
digiere los lácteos, se detiene después del destete y así el gen que codifica
la lactasa se "desactiva".
Con un sentido evolutivo, no hay ninguna razón para que los animales
destetados desperdicien recursos metabólicos en la producción de una enzima que
ya no necesitan, por lo tanto, el fenómeno de la persistencia de la lactasa en
algunas poblaciones humanas se considera anómalo entre los mamíferos y se cree
que se desarrolló solo después de la domesticación de los animales lecheros.
En la actualidad, hay una mayoría de personas con la incapacidad de
digerir leche después del final de la lactancia materna. El dolor abdominal y
otros fenómenos asociados con la intolerancia a la lactosa son causados por
bacterias que digieren la leche en su lugar y secretan gases.
Los siete especímenes cuya higiene dental se analizó provenían de tres
sitios separados y distantes, incluyendo Hambledon Hill en el sur de
Inglaterra; Hazleton North y Banbury Lane en el centro, entendiendo que todos
podrían haber tomado leche de vaca, oveja o cabra, e incluso los tres tipos.
"El hecho de que hayamos encontrado esta proteína en el cálculo
dental de individuos de tres sitios neolíticos diferentes puede sugerir que el
consumo de lácteos era una práctica dietética generalizada en el pasado",
explica Charlton. La evidencia genética sugiere que la persistencia de la
lactasa no se había desarrollado en ese entonces.
En 2014, el análisis de esqueletos de Hungría con 7.700 años de
antigüedad no había encontrado evidencia de tolerancia a la lactosa, lo que a
su vez indica que los primeros pastores solo se quedaron con los animales para
su carne.
Una de las suposiciones de la investigación originada en la Universidad
de York es que estos primeros agricultores no bebieron la leche como tal, sino
como algún tipo de queso duro proceso en el cual se elimina gran parte de la
lactosa, por lo tanto les habría causado una enfermedad intensa y un
comportamiento antisocial.
En Gran Bretaña la población es actualmente tolerante a la lactosa.
La conclusión parece ser que mientras los británicos neolíticos estaban
aprendiendo a establecerse, criando animales y cultivando trigo, cebada y otros
granos, simultáneamente desarrollaron una apreciación de los lácteos. Esto es
contemporáneo con la construcción de Stonehenge, por ejemplo, con lo cual este
tipo de actividades podría haber demandado una ingesta mayor de proteínas.
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