Seguir planificando el tambo en cuarentena

Desde el corazón tambero de Santa Fe, recorrimos una explotación en medio del aislamiento para corroborar que el campo no puede detenerse.


Por Elida Thiery (Agrofy News) - A la calma habitual de una mañana de campo se le sumó la quietud del aislamiento. Caminos de campo bloqueados, ningún vehículo circulando ni levantando tierra nos llevaron hasta una tranquera improvisada de alambre con un cartel de “prohibido pasar”.
En el este de Presidente Roca, en el centro-oeste santafesino, la familia Vallejos está a cargo de las tareas del tambo que conduce Darío Dell Erba, un emprendedor de la lechería que se la juega en campos alquilados y que apuesta siempre a crecer.
A la sombra de unos plátanos añosos, a esta historia la conocemos desde 233 hectáreas pegadas a un pueblo de productores, que está bien organizado para las aplicaciones e incluso adaptado a las dos veces por día que las vacas cruzan un camino rural para el ordeño a las 4 y a las 15, durante todo el año, siendo 300 las que enfilan hacia la fosa con 16 bajadas, que tiene pendiente un techo en el corral de espera.
Hace cinco años que están en ese lugar, donde son tres personas que se encargan de las tareas cotidianas, a los que se suman equipos de labranza, nutricionista, veterinario, que en estos días salvo por una urgencia no llegan al campo.
Con una planificación de inversiones en cada una de las unidades que alquila la empresa, que son siete en total (seis tambos y un campo para recría), llega a 20 años la estrategia para poder recuperar las inversiones que se hacen, el trabajo en las viviendas, las salas de ordeño, la impermeabilización de fosas, los corrales de espera, los alambrados, las columnas de energía eléctrica, todo está contemplado en las tareas que ahora se ven ralentizadas por la licencia de todo el personal externo a cada tambo, honrando la disposición de aislamiento y resguardo ante el covid-19.
El desafío también está en poder negociar con los sucesores de quienes hoy alquilan la tierra y de mostrarles las necesidades y la tarea que en cada lugar se realizan todos los días.
En un campo donde concentra la recría de machos, ahora en vez de pasar los días en Rafaela está instalado con su familia desde que empezó esta cuarentena obligatoria, sólo movilizándose para atender necesidades de los otros campos.
“Picamos la semana pasada unos lotes de maíz, en dos días de trabajo y sembramos, que fue por lo único que cortamos la licencia del personal. Estamos en un momento tranquilo porque los cultivos pueden esperar, entonces todo lo que podamos correr para adelante lo vamos a hacer”, explica Dell Erba.

Una marca

Las inundaciones de 2016 y 2017 todavía hacen sentir su marca en la empresa, cuando hubo que reestructurarse, cerrar dos tambos, cancelar alquileres y movilizar hacienda. Recién a fines de 2019 pudo volver a abrir un tambo a pocos kilómetros de Presidente Roca, que se suma a otros tres en Villa San José y otro cercano a Clucellas, en la zona más tambera del país, con un resultado de 20 mil litros por día actualmente, con unas 950 cabezas en ordeño y con un pico que puede llegar a 22 mil en primavera.
Haber vendido dos rodeos completos de tambo, perdió en su momento el 30 por ciento del capital de la empresa, para poder acomodar los números y no quedarse en el camino.
“Cuando llegó la primera inundación estábamos en 25 mil litros, nos caímos a 12, recperamos los 18, pero con la segunda inundación en el verano de 2017 llegamos a diez mil litros por día. Fue durísimo, pero después vinieron dos años buenos. Este año agronómicamente pinta muy bien, venimos recuperando nuestro piso, con reposiciones, reservas, ya se implantaron bien las pasturas, por lo tanto si el clima vuelve a acompañar podemos ser optimistas”.
Hay un manejo de partos que reduce a la mínima expresión las pariciones en enero y febrero, pero todavía se trabaja en mejorar los parámetros de mortandad en guachera, que de 12 por ciento con el agua en el campo, deberían llegar al cinco por ciento.
Dell Erba explica como parte del CREA Cuenca, “estamos yendo para donde queremos, aunque es difícil lograrlo”, mientras saca cuentas para reemplazar en uno de los tambos la sala de ordeño, sabiendo que “no hay rentabilidad, ni apoyo crediticio para poder pensar en comprar tecnología”, pensando que en algún momento servirían muchos las herramientas para detección de celos.
La gente que está en los tambos no sale en estos días ni para comprar alimento, porque habitualmente la empresa y desde 2016 hace compras mensuales y los reparte, hecho que ahora se multiplica para asegurar que no falte nada para las familias y que se queden en el campo.

Un acuerdo

Salvo el tambo que se reabrió en septiembre y que produce unos tres mil litros por día, que destina su materia prima a una pyme de la zona, “para repartir un poco el juego, para hacer un equilibrio, aunque el precio esté lejos de lo que me pagan por el resto de la leche”, este productor tiene un acuerdo desde hace años con una de las empresas más grandes del país, un buen precio acordado de palabra que es un precio de base en relación a lo que se paga a las cooperativas, más un índice de ajuste.
Incluso con aquel 2012 conflictivo de la lechería no se melló ese vínculo directo que evita que todos los meses se siente a discutir un precio, o esperar la indefinición de la voluntad ajena sobre su trabajo. Lo que sí pasó ese año es que los bloqueos de plantas y la búsqueda de una solución lo alejó de la dirigencia de la Mesa de Productores de Leche de Santa Fe, aunque permanece como socio.

Una obligación

El campo es el lugar más seguro y habitual para cumplir el confinamiento. Las distancias aseguran un acostumbramiento a la soledad que en las ciudades parece extraño.
En este contexto y en un tambo, “ahora cuando viene el camión a retirar la leche lo que hacemos es tener más cuidado con la higiene y el lavado cuando se va”, comenta Armando, el tambero a cargo del grupo de trabajo.
Incluso se toma el recaudo de dejar el silo abierto cuando el transporte viene a reponer el balanceado para el momento del ordeño.
Dell Erba agrega que la empresa empezó a trabajar con los protocolos que se fueron difundiendo en todos los grupos de trabajo, “para que nadie quede muy expuesto, incluso con todo lo que llega al campo como puede ser la venta de pan casero, verdura, entre otras cosas. Por eso tratamos de hacer todo lo que podamos nosotros y todo lo que no es estrictamente esencial no se hace, porque sabemos que la única manera que llegue acá el virus es desde afuera, por eso yo tampoco vengo todos los días a este tambo”.
El tambo sigue firme, con sus rutinas y con mayores cuidados, “la producción no se altera y se recorta quizá el hábito de juntarse por un asado, pero seguimos trabajando y eso quedará para más adelante”.

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