El sector precisa una reacción rápida de la política para poder seguir adelante, en el tambo y en las industrias.
Por Elida Thiery (Agrofy News) - Para muchos fue sorprendente el balance que se conoció en las últimas horas de la empresa Mastellone Hermanos ante la Comisión Nacional de Valores, con una pérdida de 1.785 millones de pesos. Esta situación que vive una de las mayores empresas lácteas de la Argentina no es la única, sino que son varias las del rubro y la de tantos otros que enfrentan una situación similar.
Cierto es que en Argentina estamos malacostumbrados a enfrentar este tipo de situaciones donde el quebranto es lo normal y pareciera que ninguna alarma se enciende ante eso.
El sector lechero viene sufriendo varias décadas de deterioro, pero este año el impacto es particular, añadiéndose a los balances negativos la ya sabida, salida del negocio de un importante jugador internacional. Después de un 2018 difícil climáticamente, en 2019 la merma de materia prima impulsó los valores en el tambo y un buen ciclo de lluvias dejaron en el comienzo de 2020 un alza productiva que ronda el nueve por ciento, gracias a la ventaja en el bolsillo de los tamberos, que además de invertir en infraestructura básica y algo de maquinaria, se enfocó en una mayor suplementación a los rodeos que respondieron de manera destacada.
Con la concreción de la pandemia en nuestro país llegó la prohibición de actividades, el freno histórico de la economía y con ello la caída del consumo. No es sólo el freno a la circulación lo que se presentó, sino también la constante inflación la que le da de lleno a cada definición de compra.
A nivel general pero también en los lácteos en particular el deterioro de los precios de los productos lácteos en las góndolas no es una sensación, sino que está relevado por el propio Indec. En el último mes de septiembre, los valores de la leche fluida, el queso cremoso, el dulce de leche, son casi los únicos en el Indice de Precios al Consumidor que tienen cifras negativas entre los alimentos, a pesar de ello es irrefrenable la caída en el consumo, a pesar de tener vigente el Programa de Precios Cuidados.
Precios pisados
Pero el problema está en
los Precios Máximos. Creer que la inflación se combate a la fuerza suena
ingenuo, pero se hace y esto es lo que puede hacer colapsar al sector lechero.
En nueve meses del año la inflación fue del 22,3 por ciento, sin embargo la
habilitación para la actualización de precios en el los lácteos fue de cinco
puntos y con una rigurosidad en los controles de las listas que emiten las
empresas que sería bueno que se apliquen en todos los rubros, sólo como para
cumplir con la función de evitar evasiones. Ni siquiera se permitieron ajustes
en alza para los productos “premium”, apuntados a sectores que pueden pagar más
por sus preferencias de mayor valor agregado.
Volviendo a los números,
los costos sectoriales tuvieron un incremento superior al 40 por ciento, con
gran influencia de la paritaria firmada ante Atilra que en estos meses sigue
requiriendo ajustes de salarios, al igual que el gremio de camioneros que ahora
reclaman un bono para fin de año; y es esa brecha la que cuenta una historia de
quebranto, una palabra usual en el tambo, pero ahora muy adaptada a las
industrias.
Estamos en primavera, la
producción responde positivamente, las liquidaciones tendrán este mes un alza
de tres a cinco puntos para el tambo por litro, corriendo desde atrás a la
inflación y se suma esto que los pronósticos indican una intensificación del
período seco, para un verano que tendrá altísimas temperaturas y con ello la
contracción de la producción, que podría ser mayor a la de otros años, por lo
tanto llegar a abril o mayo será una proeza para todo el sector.
En cuanto a las empresas,
la situación es realmente preocupante no sólo por el deterioro de la demanda en
el consumo interno, por el freno de la actualización de valores, sino también
porque el escape que se puede llegar a conseguir en cuanto a las exportaciones
no tiene el efecto esperado.
Hay algunas firmas que
los últimos años invirtieron en dólares muchos millones para poder actualizar
sus líneas de producción, para mejorar los procesos pero que al momento no
pueden ver ninguna mejora en sus ingresos para empezar a recuperar esas
proyecciones. No hay marca que valga más en ciertos segmentos de productos,
donde antes las diferencias eran gigantes entre empresas regionales y las de
distribución nacional.
Vender
más al mundo
De manera absoluta es la
exportación la llave para mejorar al sector. Entre 2003 y 2019 las ventas al
exterior del sector representaron al 21,2 por ciento de la producción, con un
valor promedio para los lácteos argentinos de 3050 dólares por tonelada, superando
en unos 500 dólares al promedio por tonelada del resto de los sectores que
venden al exterior, de acuerdo a los datos del Observatorio de la Cadena Láctea
Argentina.
Esas cifras se ampliaron
en lo que va de 2020, ya que de enero a septiembre el volumen creció al 35 por
ciento, mientras que el valor se expandió 36,5 por ciento. China se contrajo
mucho en el primer semestre, pero a esta altura está recuperando actividad e
igualando negocios a los de 2019.
Esto responde a la capacidad
de adaptación de productores y empresarios que es una marca registrada del
hacer nacional, habiéndose tenido una rápida reacción respecto a la demanda
internacional de lácteos, fundamentalmente leche en polvo y quesos
(principalmente mozzarella), que no sólo se da por el stock, sino también por
la disponibilidad industrial y la confianza de los mercados sobre los productos
que vende Argentina, incluso frente a importantes competidores. Con señales
políticas claras, las ventas se pueden multiplicar y el beneficio se sentirá en
toda la cadena, sin dejar de cuidar al consumo interno.
Las empresas deben consolidarse
con políticas claras, consensuadas y duraderas, mientras que el pastoreo en el
tambo debe pasar a hacer una cuestión fundamental para mejorar la ecuación de
los costos. Los tres eslabones, primario, industrial y político deben cambiar
la cabeza, entender que la lechería no puede tener el nivel de retenciones que
tiene hoy, porque se necesita aliviar la relación con los costos. Esto sería
avanzar hacia una mayor comodidad para la lechería, basada en liberar de
tensiones al sector.
Quienes hablan del tema
dentro del mismo Gobierno saben de qué se trata el sector, sin embargo falta un
poco de reacción antes que sea tarde, incluso teniendo ya el diagnóstico y el
planteo hecho por el Consejo Industrial Argentino. No es una complicación de
relevancia el hecho de contraer de 9 a 5 puntos la retención a la leche en
polvo e igualarlas con las de los quesos, por ejemplo, si es que no se las quiere
eliminar.
El impacto económico en
la recaudación directa es menor, sin embargo la multiplicación de negocios la
podrán compensar rápidamente. Argentina tiene que advertir esta oportunidad que
le brinda la pandemia, sin desabastecimiento interno y con pronta provisión a
los clientes internacionales.
Enfocar tiempo en el
sector, relevando listas de precios está haciendo perder tiempo valioso para
ampliar la cartera de negocios. Incluso no le permite enfocarse al Gobierno en
estipular un esquema de provisión de leche social, que pueda compensar la quita
reducida por retenciones, pero de manera directa beneficiar a la producción
primaria con una mejor llegada de fondos, sobre todo para tranquilidad de los
tambos chicos, pero también para las empresas desde donde suenan las alarmas y
los reclamos para poder despertar a tiempo a un camino positivo de expansión
que es responsabilidad de quienes hoy deciden y deben hacerlo.
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