Aportando el 30 por ciento de la producción nacional, con unos 15 mil puestos de trabajo directos en los tambos, crecer en relación a la carga animal y la productividad puede generar un cambio en la proyección sectorial. Con cambios en la transacción entre tambos e industrias podría encuadrar mejor la proyección de la cadena.
Por Elida Thiery (Agrofy News) - Santa Fe es una pieza clave de la lechería nacional. Esto queda demostrado por los números de la actividad, su impacto socio-económico, pero sobre todo por la capacidad de expansión que tiene el sector con condiciones óptimas. De lo que se hace hoy, el crecimiento simplemente podría duplicarse observando la capacidad industrial para el proceso, lo cual podría ser acompañado por la producción, si las necesidades fueran certezas.
Durante la 113º ExpoRural de Rafaela y la Región, que por primera vez transita la instancia virtual, hubo interesantes disertaciones que pueden marcar el rumbo del crecimiento y la proyección.
El director Provincial de Lechería de Santa Fe, Méd. Vet. Abel Zenklusen explicó que de los 10.411 tambos que hay en el país, 3.562 son santafesinos y representan el 34,5 por ciento del total, mientras que de las 1.586.903 vacas en producción, 479.244 están en la provincia, abarcando al 30 por ciento del rodeo total.
En el país los tambos promedio tienen 152 animales con una producción de 21,4 litros diarios, en tanto en la provincia son 136 vacas con una productividad de 22,4 litros en promedio.
Santa Fe produce hoy 8,5 millones de litros diarios, proyectándose 3.190 millones para este año, mientras que en el país se llegarán a los 11 mil millones de litros, con una expansión de 7,8 por ciento en la comparación interanual. Aunque con crecimiento, no se puede franquear esa barrera
La producción por hectárea, por año, está en 7.950 litros en tambos santafesinos con variedad de sistemas, encuadrándonse más del 40 por ciento en un rendimiento de menos de dos mil litros por día y con una concentración del 70 por ciento de las unidades productivas en los departamentos Castellanos, Las Colonias y San Cristóbal, con similar distribución para las industrias.
Cada tambo aporta 4,4 puestos de trabajo, por lo tanto cerca de 15 mil personas están empleadas de manera directa por la lechería en Santa Fe, mientras que en el país son 180 mil con lo que el sector es el tercero en importancia dentro de la agroindustria.
La industria lechera procesa actualmente nueve millones de litros diarios (el 35 por ciento son pymes), con capacidades instaladas de hasta 17 millones de litros en la provincia.
“Santa Fe es una gran exportadora de lácteos y dependemos en gran medida de esa actividad. Se venden desde la provincia más de 211 mil kilos netos”, mientras que a nivel nacional hoy el comercio exterior del sector llega al 23 por ciento del total producido.
Hoy el litro se sitúa en 23 centavos de dólar por litro, sin embargo Zenklusen entiende que “en la medida que desde las instituciones podamos darle más importancia a la comercialización y a la gestión, vamos a facilitar que se vea al tambo como una empresa, para crecer a una rentabilidad basada en 13 mil litros por hectárea por año”.
Como veterinario entiende que hay que apuntalar el manejo, la reproducción, la sanidad y el bienestar animal, para que el negocio mejore y se pueda revertir la tendencia instalada desde septiembre que genera un “equilibrio negativo” y frenó inversiones y desendeudamiento.
Con la intención de promover el asociativismo, la provincia también apunta a mejorar caminos de la producción de cada pueblo, la conectividad, e incluso “por los pedidos de la producción primaria entendemos que tiene que mejorar el sistema de comercialización, a través de la liquidación única y el pago por componentes”.
Sin sistemas salvadores
Miguel Taverna, referente nacional de lechería del INTA y presidente de FunPEL remarcó que esta no es una economía regional, por su extensión territorial y por la diversidad de 14 cuencas diferentes en el país, que tiene un balance de exportaciones por mil millones de dólares al año, con un valor superior a los 3.050 dólares por tonelada, muy superior al valor promedio de las exportaciones en general que se valúan en 500 dólares. Es por esto que entiende que “el desarrollo de este sector tendría un impacto muy importante en todo el país. Esta es la relevancia del sector y tenemos que defenderlo, para seguir sumando toneladas con alto valor agregado”, siendo las ventas externas la clave, ya que hoy el consumo cayó a 182 litros per cápita al año.
“En los últimos meses el sector en vez de crear, está destruyendo valor. Se gasta más de lo que produce, en una tendencia que se inició a comienzos de este año y pone a la cadena en una situación complicada en su sostenibilidad”, generándose una descapitalización que se traduce en falta de inversión, con una pérdida sistémica de la competitividad tanto interna como externa, dependiendo más de los precios que del rendimiento en el tambo.
Taverna fue sincero, “no soy partidario de un sistema salvador, pero podemos identificar algunos puntos que nos permitan estar mejor sin resignar rentabilidad”, valiéndose de los datos de la última Encuesta Sectorial Lechera del INTA Rafaela, donde se plasma que las producciones que están mejor en lo productivo y económico tienen más del seis por ciento de rentabilidad anual, con un precios que no son los determinantes, aunque están 1,8 por ciento más arriba del promedio.
Ellos también tuvieron casi un 20 por ciento menos de costos de producción, 30 por ciento más de carga animal por hectárea, 20 por ciento más de producción y 21 por ciento más de pasto y alimento producido para el ganado. Se agrega a esto una mortandad del ocho por ciento negativo.
La proporción de rentabilidad positiva y la remuneración del personal se incrementa a medida que crece la escala del tambo, donde se invierte en mejoras de los pisos de los corrales de espera, la sombra, el manejo de efluentes el servicio eléctrico, con acceso a la energía trifásica, pero también mayor incorporación de tecnología en los procesos.
“Lo que hace que se gane dinero no es el precio percibido, sino la carga animal, la cantidad de leche por hectárea y el trabajo para bajar los costos fijos”, esos son los saltos de eficiencia los que permiten capturar valor, explicando que el 75 por ciento de los costos está encajado en la producción de alimentos y la conversión, la mano de obra eficiente y la reposición del rodeo que es muy alta en Argentina, con 2,5 lactancias por vaca en producción.
También destacó que es fundamental enfocarse en la atención de las variables climáticas, ya que en la cuenca lechera central llueve en promedio 80 días y son 150 los días en los que se debe lidiar con agua y barro.
El problema del pago
“Desde Carsfe estamos convencidos que quizá muchos productores desconocían todos los marcos legales que de alguna manera apañan al productor para poder comercializar mejor su leche. Si alguien no sabe que hay alterantivas, no va a cambiar de estrategia”, explicó Marcelo Dándolo, el nuevo titular de la Comisión de Lechería de la Confederación de Asociaciones Rurales de Santa Fe.
En la charla que dio junto al Ing. Agr. Eduardo García Maritano, recorrieron las estrategias que hay disponibles para que la leche se deje de entregar y el precio llegue sólo por la voluntad industrial, como es tradición.
En el Acta de San Francisco, el documento firmado el 3 de mayo de 2002, con representación de la industria, producción y gobiernos de Córdoba y Santa Fe, se disponía la estandarización de los componentes de la leche, el sistema de pago por liquidación tipo y única, laboratorios arbitrales, mecanismos de fijación de los precios de la materia prima, mecanismos de control de la oferta de la leche; y la transparencia de la cadena de valor láctea.
Con algunos puntos conseguidos y otros no, Dándolo remarcó que el planteo actual “no es en contra de nadie, esto es a favor de la cadena, para que funcione correctamente, para que el productor tenga rentabilidad y que se igualen las fuerzas, para que en definitiva nos iguale a todos”.
Pregonando la necesidad de tener reglas claras hace décadas, García Maritano indicó que de las 21 cadenas agroalimentarias que hay en nuestro país, sólo tres tienen reglas transaccionales, pudiendo tomar esos ejemplos de marcos transaccionales de los granos para aplicar a la lechería. “Si la transacción no está alineada hay un conflicto latente”, por eso el producto debe estar definido, estandarizado, y tener un precio determinado, con condiciones pactadas, para evitar la posición dominante.
La transacción de leche se debe hacer por contratos orales de suministro, por la constancia del vínculo entre productor e industria, sin embargo actualmente sólo hay contratos orales de entrega y sin negociación de valores. Sobre este tema existe un fallo de la Defensoría del Pueblo ante reclamo de la Mesa Nacional de Lechería, donde se llama a mejorar la relación contractual entre las partes. Santa Fe tiene a disposición el acuerdo lácteo, donde se estipula todo el recorrido de la extracción de muestras, el análisis y la forma de pago. En tanto, el Instituto de Derecho Agrario de la Segunda Circunscripción de Santa Fe, así como el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires adhirieron a esta mejora de vínculo.
Con la puesta en marcha del Sistema Integrado de Gestión de la Lechería Argentina, actualmente se tienen datos promedio, sin embargo, de aplicarse la Resolución 229 que avanza sobre el pago por comparabilidad, con definición higiénico-sanitaria, dejando de lado la consideración por litro, se llegaría a conseguir un precio cierto, definido y determinable para la materia prima según su calidad.
Esta gestión nacional mostró interés en poner en marcha esta parte del sistema que está dormido, lo quiso derivar a la provincia de Santa Fe, ahora el debate volvió al ámbito nacional y aunque sin rendirse la mayoría, es una minoría la que aún tiene expectativas positivas de poder ponerlo en marcha.
Salir de la fijación unilateral de precios, a mes vencido, le puede aportar al sector una situación de mejora competitiva, que más allá de poder compararla con la de nuestros competidores, puede abrir a la oportunidad de motivar a productores a mejorar, a crecer, a valorar la producción y a la industria de mejorar la relación con su proveedor fundamental. Para la política queda mucha responsabilidad, pero también beneficios, de llegar a concretar esta decisión.
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