Este sábado cayeron en Rafaela 102 mm en diez horas. La región se tapó de agua y quedaron a la vista las obras que nunca se hicieron, ni ahora, ni antes. Quizá sea tiempo de despertar a las necesidades.
Por Elida Thiery (Rafaela Noticias) - El verano anterior había sido benévolo, con calor, pero con precipitaciones controladas que permitieron generar una campaña gruesa óptima, para que los productores recuperen la inversión, para que el Estado llene su caja fuerte para sobrevivir durante el resto del año, pero también para que la producción haga inversiones, que fueron las que en definitiva sostuvieron al mercado automotor, al de la maquinaria agrícola, al de insumos y servicios.
Los pronósticos para este verano no eran buenos, se esperaba una Niña estricta, sin llantos y con muchos riesgos ligados a la sequía. Esto dejó de ser así durante este mes de enero, en la franja central del país. Algunos sectores tardaron en normalizar un régimen de lluvias, mientras que en nuestra región esa realidad ya se revirtió entrando al último mes del año.
Sin embargo enero se cierra con registros que van entre 150 y 300 milímetros en el centro-oeste santafesino, donde la influencia de estas precipitaciones es crucial para los cultivos como el maíz, la soja, el girasol, pero también para las pasturas de los tambos.
Todo este marco permitió planificar y accionar sobre las obras hidráulicas de imperiosa necesidad en la provincia de Santa Fe. Sin embargo, ni caminos rurales, ni cunetas, ni canales tuvieron la atención necesaria.
Algunos productores de nuestra región se conforman con los fondos nacionales que desde la gestión anterior se activaron para mejorar las condiciones del canal Vila-Cululú, que quizá ya se debería haber concluido como obra, pero que sigue activado para mostrar algún movimiento de maquinaria.
Eso no fue una decisión espontánea de la política, sino que surgió luego del último gran reclamo que hicieran los productores en el verano de 2017, con la última inundación que afectara con particularidad al Departamento Castellanos. Se habían prometido más trabajos, pero todo desembocó en la gestión de esa acción.
Algunos desagües aislados, muy poca tarea de excavación en banquinas de rutas o caminos rurales, eso es todo lo que se hizo a la par en estos años, que ya se cuentan por décadas.
Para muchos, el cambio de signo de gobierno en la Provincia y en la Nación podían llegar a traer una diferencia en estas cuentas pendientes, pero esto aún no se ve. Más allá del inicio de la repavimentación de la Ruta Provincial 70, desde la rotonda con la Ruta 13, que tiene un trabajo sobre banquina y cuneta, no se ve otro movimiento.
Pasan los años y también todos los meses de aporte del sector agropecuario a las arcas de comunas, municipios y Estado Nacional. A eso se suman los comités de cuenca y todas las creaciones de impuestos y restricciones que sean posibles para un mismo sector. Nada vuelve en obras, ni siquiera lo que está hecho tiene mantenimiento mínimo, por lo tanto, con registros pluviométricos de tres cifras como los que se dieron en Rafaela y la región en esta última semana y de manera consecutiva, no tienen alternativa más que castigar al productor.
Quizá es algo que la política quiere hacer con ayuda de la naturaleza, pegarle cada vez más latigazos a los que más aportan, para marcarles esa sumisión que la clase política jamás deja de ostentar.
Hoy los tambos no consiguen sacar el agua de adentro de sus lotes, entonces las vacas se cansan, no se pueden echar. Los maíces se caen, pierden arraigo en la tierra. Se inunda cada cuadrado, mientras el agua estancada en unos días empezará a generar más problemas como proliferación de mosquitos, e incluso olores propios de no poder oxigenarse con el recorrido natural.
Está claro que esto no es potestad de peronistas o socialistas, sino que es el ámbito del poder el que impide trabajar para mejorar las condiciones mínimas de la producción. Pero los productores hoy no están pensando en generar una comisión para hablar de lo mismo durante horas para terminar no haciendo nada, sino que están trabajando para que toda esa agua, que ese barro escurra lo más rápido posible, para que el impacto en el campo no sea tan amplio como muchos de los que deberían decidir quizá lo deseen.
El campo no se detiene ni debajo de la lluvia y le asegurará durante esta campaña un nuevo gran aporte de dólares a los gobiernos para que el país siga funcionando, a los tumbos, pero marchando.
Esta es una de tantas advertencias de la naturaleza sobre la atención que precisa el tema en lo cotidiano, ojalá la política despierte de ese sueño cómodo y active las respuestas necesarias, porque allí también estará el campo, para agradecer y para ver como alguna vez vuelve todo el aporte que se hace y que ya es habitual que no tenga retorno, bien entendido, un vuelto que se vea en obras, algo sabido, simple, pero ignorado.
Comentarios