Es argentina, gerente de un tambo y una de las mejores de Nueva Zelandia

Hablamos con María Alvarez, una ingeniera de Olavarría que hace más de seis años descubrió la lechería del otro lado del  planeta y ya tiene un premio regional, con chances de quedarse con el galardón nacional en la meca de la producción. 

Por Elida Thiery (Agrofy News) - Que a muchos argentinos les va muy bien en sus actividades cuando traspasan las fronteras es algo sabido, sin embargo no son tantos los que logran ser premiados por esas capacidades y esfuerzos. 

María Alvarez es de Olavarría, provincia de Buenos Aires. Nacida en una familia pecuaria estudió Ingeniería Agronómica en la sede de Azul en la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Trabajando como controladora de cosecha y sin lograr la tarea que esperaba aplicó para una beca en Nueva Zelandia, al tiempo que presentaba su tesis en 2013. 

La intención era sólo estar un año, pero las condiciones favorables hicieron que habiendo pasado ya más de seis años, siga reafirmando su intención de quedarse. 

Primero trabajó en la producción de fruta durante un mes y después empezó a buscar alguna tarea en el tambo, a partir de la experiencia positiva en la universidad dentro del sector y las referencias de manejo y tecnología en ese país. 

“Nunca me imaginé estar involucrada en el sector, porque para ser honesta, en Argentina las condiciones son muy diferentes. Lo que más me gustó es la posibilidad de progresar, por la estructura de trabajo del personal en el tambo. Está bien determinado quién hace cada cosa y es como una escalera, si tenés ganas y habilidades creces rápido”. 

En su charla con Agrofy News María comentó que la pandemia es la que está demorando la conclusión del trámite de su residencia definitiva, para poder pasar de ser gerente de una explotación a contratista, que es el encargado que maneja por completo cada tambo. 

“Arranqué como farm assistant, que es el puesto más bajo en un tambo, fui creciendo y trabajé durante cuatro años y medio para un mismo contract milker de una compañía, pasando por tres tambos y terminé siendo la segunda persona a cargo. Al no poder progresar, elegí buscar otro trabajo para acceder al puesto que tengo ahora de gerente”.  

El cargo tiene una condición de dependencia con un sueldo, respecto a la empresa dueña del tambo, pero su aspiración es llegar al lugar de contratista, a partir de lo cual el pago es por producción, basada en kilos de sólidos de la materia prima producida, a partir de lo cual debe abonar el sueldo de todos los empleados, los vehículos, los servicios. Cubrir el día a día del tambo, es un desafío profesional, pero también es posible a la hora de tener ganancias, siempre trabajando con los objetivos claros. Hay contratos en los que se exige la compra de cierta maquinaria, incluso el tractor. 

“Requiere un capital de inversión grande, pero al aspirar que las cosas salgan bien, lo bueno que tiene Nueva Zelandia es que hay muchas chances de lograrlo si se trabaja como corresponde. Si los costos no se escapan, haciendo las cosas bien es muy difícil no poder lograrlo”. 

El tambo en Hinds, Canterbury tiene 660 vacas kiwi cross, con un sistema pastoril a base de rye grass y trébol blanco, con lo cual no se ordeña en invierno porque no se usan suplementos, generando una producción baja de 350 kilos de sólidos al año, apuntando a obtener una mayor rentabilidad por hectárea, siendo una estrategia de la compañía para para la que trabaja María.  

En mayo se secan las vacas y a partir de junio se las traslada a otro campo a comer remolacha forrajera, paja de trigo y la tarea es controlarlas diariamente para pasar el invierno. El mantenimiento del establecimiento y el cuidado de las vaquillonas en el campo hacen a una estacionalidad desconocida en nuestro país. “Eso es lo que a mí me gusta del sistema neozelandés, porque a partir de julio empieza la parición, hasta septiembre, después empieza la inseminación, después el trabajo con los toros y recién ahí se empieza a ordeñar”. 

La rutina de ordeño es “tres en dos”. “Ordeñamos a las cinco de la mañana un día, tres de la tarde ese mismo día y al siguiente a las 9:30 de la mañana. Por una cuestión de producción a la vaca no la afectan estos horarios, entonces reducimos el tiempo de traerlas hasta el tambo, de someterlas al ordeño, con la energía que también se necesita y nos permite un mayor descanso, poder empezar a trabajar más tarde obteniendo la misma producción que si las ordeñáramos cuatro veces en dos días”. 

“No es un campo donde se hace mucha diferencia por producción, pero se busca bajar los costos por un manejo muy simple, con una carga de 3,7 animales por hectárea. Lo único que se hace es usar nitrógeno, urea y algún tipo de fertilizante, que a partir de 2022 va a tener una restricción en el uso de 190 kilos por hectárea”, camino a la protección ambiental para reducir los nitratos en las napas, lo cual viene siendo una tarea progresiva en ese tambo y sólo deberán ajustar a la baja sólo 20 unidades de nitrógeno el año próximo.  

No hay suplementación, ante sequía o inundación se deja caer la producción para no incrementar las pérdidas. 

El trabajo es ordenado, con días de franco fijos, se trabajan ocho días y se descansan dos, para luego trabajar ocho días y descansar tres seguidos, alternando los descansos entre martes y miércoles, para luego juntar viernes, sábado y domingo. Esto permite una situación fundamental de descanso que se complementan con cuatro semanas de vacaciones al año. Buenos salarios, francos asegurados y vacaciones extensas garantizan que el factor humano esté en agrado con la tarea, las exigencias y sus necesidades. 

“Vale la pena trabajar acá, se puede hacer la diferencia”. María es sincera, “desde la primera vez que volví a Argentina sentí que ya no era mi lugar. Volví al recuerdo de lo que pasaba cuando terminé la Universidad, todo siguió igual menos yo y a eso no lo quería más. Argentina dejó de ser mi lugar, más allá que me guste volver a visitar a mi familia y a mis amigos, pero Nueva Zelandia es mi lugar”. 

 

El concurso 

 

A comienzos de marzo se conocieron los ganadores regionales del Dairy Industry Awards, uno de los galardones más importantes de la industria neozelandesa con repercusión mundial. Con una presentación voluntaria en las categorías, a María su supervisor de la empresa Dairy Holding Ltd. se lo venía sugiriendo durante toda la temporada. 

En base a tópicos como manejo de pasturas y animales, tambo en general y aspectos personales se prepara una presentación de una hora y media con todos los detalles, que se expone en el mismo campo donde el jurado se presentan para evaluar todos los aspectos desde el momento en que atraviesan la tranquera. “Es como exponerte por completo, como uno hace el manejo y que alguien diga si se están haciendo las cosas bien o mal”. 

María se dice muy meticulosa de su tarea, e incluso describe el trabajo que se hace para evitar los cardos entre las pasturas, que es uno de los desafíos a controlar, más allá del orden general. Con tres personas trabajando de manera constante en el tambo, a quienes se suma un operario más en tiempos de parición. 

La evaluación fue muy buena y trabajando en la región más lechera del país, María Alvarez fue reconocida como “Dairy Manager of the Year 2021 en Canterbury/North Otago”, agregando los reconocimientos de liderazgo con el Morrison Agri Leadership Award; y en alimentación con el FarmRight Feed Management Award. Además del reconocimiento y la categoría para su futuro laboral, el premio le representó casi nueve mil dólares neozelandeses, equivalentes al bruto de algo más de dos meses de trabajo. 

Para la definición del premio nacional que será a fin de mayo, con una entrega de premios a comienzos de junio, la evaluación tendrá una nueva instancia en la que podrá incluir modificaciones en el manejo según lo que le haya aportado el jurado, de así considerarlo, para una presentación posterior a los jueces nacionales también en el tambo y luego esperar la puntuación según criterios estandarizados para quienes hayan triunfado en cada región. 

“Esto genera una exposición en el ámbito agropecuario que es grande, que si Dios quiere me abrirá puertas en el futuro”.  

Es posible una lechería ordenada, con premio al esfuerzo, en la que se puede ganar y planificar, con políticas acertadas, pero también con galardones sobre parámetros reales que sustentan al talento y los buenos resultados. 

María espera su residencia próximamente, pero el arraigo ya en su relato es notorio. De no ser en esta latitud pero al otro lado del mundo, dice no querer hacer lechería en otro lugar. “Me gusta mucho este sistema en el que las actividades van cambiando a lo largo del año. No me gusta la rutina y encontré mi lugar”. 

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