Por
Elida Thiery (Agrofy News) - Diego Gómez
Salinas es formoseño, una tierra de calor y no tan adecuada para la
lechería tradicional tal como la conocemos en cuanto a
superproducción de materia prima en otros destinos de la Pampa
Húmeda. Su padre es veterinario y desde hace más de 25 años es
responsable del Control Lechero de la Universidad Nacional de
Formosa.
Siempre inquieto, como técnico en Agronegocios
consiguió una pasantía en Paraguay, en uno de los principales
emprendimientos ganaderos de ese país, con la familia Figueredo,
donde pudo recorrer toda la cadena productiva. Entendiendo que debía
crecer y con la necesidad de aprender inglés decidió probar suerte
en Nueva Zelandia.
A sus 21 años llegó a la Isla Sur y durante
dos años y medio estuvo trabajando en tambos, donde desarrolló
todas las estrategias a partir del cargo inicial de asistente del
encargado de esa unidad de producción, donde había 1.200 holando en
producción, pero con la experiencia de haber integrado un equipo de
trabajo estable de 14 personas. Pasó a organizar el ordeño con una
calesita para 50 animales, además del personal y decidió cambiar de
ubicación para escapar de alguna manera de los inviernos con 15
grados bajo cero, con un sistema 3, que tiene una proporción igual
de pasturas y suplementos.
La Isla Norte en 2011 lo recibió en un
campo con 600 vacas que se ordeñaban en una sala con la tradicional
espina de pescado, siendo el segundo a cargo, con un sistema de
producción 4, donde se suplementa más, incluyendo frutas de kiwi,
el fruto de palma, maíz y silo.
Por cuestiones familiares debió
volver a la capital de Formosa en 2013 y de alguna manera dejó a su
carrera en pausa por cuatro años.
“Volver a Argentina era como
volver a la jungla. En esos años, para mi conseguir trabajo en
Formosa con un currículum enorme en la actividad agropecuaria no fue
posible, entonces puse algunos negocios, pero con toda la burocracia
para poder llevar adelante todo, los problemas con el personal, todo
era pelear demasiado, trabajar muchísimo por muy poco y en 2016 le
dije a mi mujer que volvamos a Nueva Zelandia, así con la mitad del
esfuerzo de lo que estábamos haciendo íbamos a volver a vivir el
doble o el triple mejor que en Formosa”.
Diego sabía que sus
antecedentes en la lechería lo iban a ayudar, incluso con su hijo
mayor recién nacido.
Llego y en la región de Tarañaki y en un
campo con 600 animales consiguió trabajo como segundo responsable
del tambo, desarrollando actividades en pasturas, personal,
mantenimiento y a partir de eso conseguir la confianza para animarse
a mudarse diez kilómetros y ser manager de un tambo que lo sigue
teniendo como responsable absoluto.
Con un rodeo kiwi-cross, un
tambo de tres en una misma empresa, cada jornada lo enfrenta al
manejo completo desde la genética, el personal, la maquinaria, el
mantenimiento general, se reúne una vez por semana con el jefe y
responsable de la empresa para planificar lo inmediato y también
para mirar a largo plazo a lo largo de cada temporada.
“En este
campo de 142 hectáreas manejo 450 vacas y llegamos perfectamente a
nuestro obejtivo de producción que son 165 mil kilos de sólidos,
alrededor de 400 kilos por animal el año, con 390 vacas ordeñadas.
Para este año queremos llegar al mismo promedio por animal”.
En
una buena región, “si bien nuestro objetivo es ordeñar leche,
nuestro verdadero trabajo es producir pasto, que es el alimento más
barato que tiene la actividad lechera, el que tiene menos impacto
medioambiental y el más sustentable. La salud de los animales y la
producción de pasto es lo más importante”.
Con su tarea logró
pasar de un sistema 3, a un sistema 2, que significa que la
suplementación se retringe al diez por ciento de suplementación,
con sustentabilidad interna al 90 por ciento, reduciendo costos y con
menos dependencia de los precios interancionales y los suplementos,
como puede ser la semilla de palma, que es fundamental en las dietas
neocelandesas.
“Estos dos últimos años el pago por la leche
fue muy bueno, sin embargo en otras temporadas tener un sistema
básicamente pastoril nos permitió apalancar con más márgen
nuestras decisiones”.
Con mucha diversidad de sistemas, Diego
comentó a Agrofy News que “en este campo, por cuestiones de manejo
regional y de personal, cortamos entre un mes y medio y dos meses, en
invierno, del 31 de mayo al 1° de agosto, para lograr tener entre
280 y 300 días de leche, ese es el objetivo”, con pariciones
programadas que demandan mucha atención, ya que en el primer mes y
medio de la temporada pare el 80 por ciento del rodeo.
“Organizar
las pariciones como lo hacemos nosotros le permite al personal tener
un buen descanso, pero también enfocarse en esta época que es tan
demandante, sin haber grandes diferencias en la producción”.
Como
en la mayoría de los campos en ese país, el primer ordeño es las 6
de la mañana, con unas ocho horas de pastoreo hasta el próximo
ordeño, con la siguiente visita a la sala a las 15 horas, con un
trabajo de dos horas que se asemeja mucho al sistema habitual
argentino, sin afectar a la condición corporal del animal, con
disponibilidad constante de alimento por menor influencia de las
sequías, respecto de otras regiones.
Respecto al resto de los
tambos, que ordeñan a las 5 de la mañana, la decisión de correr
una hora el inicio del trabajo le permite darle al personal un mejor
descanso, una tarea con horarios más normales y le permite “retener
más tiempo al personal en el campo, consiguiendo que se queden más
años y que no se pierda el valor de estar en una capacitación
constante de los recursos humanos, que no se pierda ese capital”.
Es
muy sincero y tiene claros los objetivos, “yo me considero un
produccionista, quiero lograr mis objetivos de producción, es lo que
me importa, para eso trato de maximizar todas las decisiones, en
ordeño, alimentación, e incluso pasturas con la adecuación hasta
tres veces por año del presupuesto”.
El camino al premio
Siendo
el segundo año en el que se presenta al concurso Dairy Industry
Awards en 2020 había salido segundo en la categoría de manager y
este año consguió el primer lugar en su región Taranaki siendo el
mejor Dairy Manager, tal como le resultó a la otra argentina
galardonada, María Alvarez en Canterbury/North Otago.
“Esto me
sirve mucho profesionalmente, para saber cómo estoy yo trabajando en
comparación a los mejores. Al ser extranjero y venir de otro lugar
siempre es muy dificil encajar y hacer lo correcto”. Llegar de
Argentina, donde hay similitudes, pero la mayoría son diferencias en
la producción, “es importante el reconocimiento de tus pares, para
saber si lo que uno cree que está bien, está bien. Es bueno saber
que más allá de mi jefe estoy haciendo las cosas bien”.
También
consiguió en la primera evaluación los reconocimientos “Dairy
Trust Taranaki Feed Management”, sobre alimentación y en manejo de
rodeos “DeLaval Livestock Management Award”, además de el premio
a la administración del tambo “Westpac Personal Planning &
Financial Management Award”.
Este sábado se anunciaron los
ganadores definitivos a nivel nacional y los galardonados
fueron Manoj
Kumar & Sumit Kamboj, como pareja a cargo de un tambo;
Christopher Vila, Manager
lechero del año y Ruth
Connolly, como novata del año en la cadena lechera.
Diego obtuvo
el tercer puesto a nivel nacional en el área de gerencia,
además de consagrarse en los galardones de manejo de alimentación y
pasturas.
Su campo logra la mayor producción en la región,
de acuerdo al sistema de información computarizado del que dispone
Fonterra, una suerte de hoja de comparabilidad que en nuestro país
no está disponible. Este año la producción viene con parámetros
muy altos, “eso me deja a las claras que se están haciendo las
cosas bien. Eso nos permite empezar a pensar en un plan de mayor
sustentabilidad. Es lo que se viene, porque cada vez las regulaciones
son más estrictas en materia de sostenibildad en Nueva Zelandia y en
el mundo, avanzando en la reducción de carbono y con un mejor uso de
los fertilizantes. Si bien lo hacemos, no lo tenemos por escrito y
eso nos permitirá saber dónde estamos y hacia dónde vamos año a
año, teniendo en cuenta que en diez año se van a tener que reducir
la cantidad de cabezas por hectárea”.
Un tema de debate del
otro lado del planeta, por la carga animal, no es un problema aquí,
pero sí deberíamos empezar a mirar a la sustentabildad con una
mirada más cercana.
Caminar en unos días a la definición del
premio lo llena de orgullo. “Argentina no nos llenó la última vez
que estuvimos ahí. El desarraigo es fuerte, dejamos mucho allá, a
nuestras familias, nuestros hijos se educan lejos de ellos y sabemos
con mi esposa que hay que hacer valer este sacrificio y eso se
traduce en ´no ser el último orejón del tarro´”.
Diego
entiende que “resaltar es parte de los objetivos que nos pusimos
cuando llegamos, no ser unos más en el montón. No pasar
desapercibidos, sino lograr objetivos por encima del promedio, lo
cual nos ayuda a demostrarnos este sacrificio de venir a otro país,
por un futuro mejor”.
Ese país, una isla lejana, trabaja de esa
manera, destaca el esfuerzo, lo premia y sobresale siendo líder en
el sector lechero mundial.
“La actividad lechera en Nueva
Zelandia está armada para que uno pueda progresar dentro de la
industria, siempre y cuando uno demuestre que aporta valor a los
campos donde uno trabaja. No es necesario ser profesional para llegar
a ser contratista o dueño de un campo, para llegar lejos.
Naturalmente se demandan conocimientos técnicos, pero si uno empieza
desde abajo sabe a dónde puede llegar, hay una carrera lechera bien
determinada”, desde asistente hasta contratista, con
responsabilidad financiera.
Objetivos
Aplicando
ya para tener la residencia, luego de un año de paralización de los
trámites por la pandemia, con esa condición puede Diego con su
esposa Gisela dar un paso más en su progreso, para aspirar a un
contrato de “share milker”, un contratista que además de
maquinaria, insumos y servicios, recursos humanos, también aporta
animales para desarrollarse en un campo.
Entre uno y dos años de
espera le permitirán seguir ahorrando capital para poder dar ese
paso laboral, apuntando a mudarse a la región de Waikato o Bay of
Plenty, donde hace más calor y les permitirá estar más a gusto,
basándose en el recuerdo de las altas temperaturas de Formosa. Pero
también influye la calidad de la educación en esa región, pensando
absolutamente en sus dos hijos, acercándose más a la ciudad de
Auckland.
En un paso intermedio de “contract milker” por unos
tres años, los Gómez saben que están en una tierra en la que los
objetivos se logran, donde el esfuerzo tiene su recompensa.
“El
motivo principal por el que me fui de Argentina es porque nunca pude
tener un norte, es muy dificil fijarse objetivos a más largo plazo
que tres meses y a veces las cosas cambian sólo en semanas”. Diego
se reconoce cómodo en un país ordenado, “eso no es saludable,
porque te saca años de vida el estrés. Acá sabemos que podemos
planificar muchos años adelante, ahorrando, logrando nuestros
objetivos profesionales y como familia, sin afectar nuestra vida”,
explicando que tienen una vida normal, sin dejar de darle a sus hijos
lo que necesitan, o poder hacer viajes y aún seguir ahorrando.
El
desarraigo siempre se siente en quien se va de su país, ese es un
costo emocional que no hace simple las decisiones, pero los “días
largos de la actividad lechera”, la cultura diferente, el idioma
distinto, no son barreras para superar todo, con herramientas
sencillas que el Gobierno en ese país facilita para que todos los
habitantes progresen.
“A quien se quiere ir le digo que es
posible progresar en otro lado, pero también para quien quiere
quedarse, hay muchas cosas de las que hacemos acá que las pueden
hacer ustedes ahí, porque tomando algunos ejemplos colaboramos con
la meta de mejorar a nuestro país”, el intercambio, la capacidad
de adaptación puede permitir un desarrollo amplio. Diego entiende
que en materia genética Argentina es superior, pero hay muchos otros
detalles que habría que mejorar para crecer.
“Argentina tiene
todas las posibilidad de ser una potencia, de ser como Nueva
Zelandia, con variaciones mínimas cada año, no que haya cambios
enormes todo el tiempo en el sistema, sino que se agreguen mejoras,
siempre manteniendo los lineamientos fundamentales”, reflexiona
sobre los impactos que tiene el país, pero también el sector
lechero.
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