A pesar del buen desempeño del año anterior y los optimistas precios internacionales, la sequía y el impacto de la ola de calor golpeó al sector en enero y contrae así la actividad que arranca un año con lenta aceleración para la producción primaria y de gran dependencia climática.
Por Elida Thiery (Agrofy News) - “En 2021 hubo un crecimiento por una situación meteorológica muy favorable y a su vez, en el primer semestre hubo precios al productor que estaban arriba del ritmo inflacionario y le generaban tasas de rentabilidad positivas al sector primario”, así comienza describiendo al recientemente cerrado año lechero en la Argentina Jorge Giraudo.
El titular del Observatorio de la Cadena Láctea Argentina es quien combina los datos del sector y tiene hoy la posibilidad de leer en detalle a un segmento productivo que hace muy pocos años se conducía entre alucinaciones de lo que podía ser su realidad.
Existe una certeza sobre estos parámetros que se construyen con información de la Dirección Nacional de Lechería, pero también del reporte de empresas y productores que permiten entender con claridad dónde se está y hacia dónde se puede dirigir en lo inmediato una industria tan tradicional y característica argentina, que en cada temporada va modificando sus características.
“A partir del segundo semestre, en julio del año pasado, los ajustes de precios que eran permanentes en los meses anteriores, comenzaron a quedar por debajo del índice de inflación, con lo cual el valor en moneda constante se fue deteriorando y eso fue desalentando, aunque estaba empujado por una cuestión inercial de la producción”.
Giraudo entiende que “desde hace dos años venía creciendo interanualmente la producción y se terminó 2021 con estos 11.553 millones de litros, que significa cuatro por ciento, que se suma al 7,4 por ciento de 2020, generando en estos dos años 1.200 millones de litros adicionales”.
De acuerdo a los datos del Senasa, hay en nuestro país 1.562.145 vacas en los tambos, que son 10.125 unidades productivas, con un promedio de 154 animales en cada uno y el tambo promedio aporta 2.940 litros diarios.
Córdoba es líder en producción y segunda provincia en existencia de animales de leche, seguida por Santa Fe que tiene algo más de rodeo lechero. En ambos casos, Buenos Aires es la tercera provincia lechera del país, seguida por Entre Ríos.
Santa Fe sí es líder en cantidad de tambos, con el 34.7 por ciento de las unidades productivas, seguida por Córdoba con el 29,1 por ciento y Buenos Aires completa ese podio con 20,2 por ciento.
Sobre estas cifras se puede inferir que en este 2022 la lechería argentina podría crecer 0,6 por ciento anual si el clima acompaña y así tocar los 11.600 millones de litros.
Argentina viene pendulando en estos números desde hace dos décadas teniendo como base a los diez mil millones de litros y como techo a los 11 mil, sin embargo, la ocasión no termina generando una constancia de real impacto en el mercado global.
La recolección de leche en Argentina cayó 0,9 por ciento en enero. Esa es la primera caída en dos años y medio y se suma a una tendencia que también se da en Nueva Zelandia con -6,1 por ciento por debajo de los niveles del año anterior, el peor déficit desde abril de 2019. La producción de leche de Nueva Zelandia ha bajado un 3,8% en la temporada hasta la fecha, y será difícil para los productores de lácteos compensar estas pérdidas ya que la temporada alta está por terminar. Es por esto que los precios al productor treparon según anunció Fonterra hasta los NZ$ 9,50.
En Estados Unidos la merma productiva fue del 1,6 por ciento.
Al respecto, Giraudo explica que “si esto se compara con el contexto de la lechería mundial, las tasas de creciemiento están siempre entre uno y dos por ciento anual. Cuando una lechería crece desde una base baja como pasó acá en la década del ´90 que hubo una expansión del siete por ciento anual, pensando en tambos de bajo tamaño y poca tecnificación, cambia cuando en la medida de tener mayores volúmenes los crecimientos adicionales son mucho más bajos y las tasas se van a equilibrar en el uno o dos por ciento anual”.
Teniendo en cuenta las ventajas comparativas, que en Argentina son casi todas, “se puede crecer a tasas mucho más altas que en cualquier otro país del mundo, por contar con un clima templado más allá de las sequías o inundaciones ocasionales, hay muy buena calidad de suelo, mucha disponibilidad de superficie, agua en cantidad y calidad. Productores que conocen sobradamente este negocio y profesionales que no tienen que envidiar nada a nivel mundial y que se destacan”.
Sin embargo, no es menor el dato de la nacionalidad que nos distingue que es la falta de previsión. “Todo eso se hace en un escenario de inexistentes condiciones competitivas, porque todo lo que en otros países pueden ser ventajas como tasas de interés, inflación, etc. Por lo tanto, Argentina en un muy corto plazo podría duplicar la producción si esas condiciones estarían dadas, para poder pasar a ser un actor internacional de altísimo peso a nivel mundial”.
Pero para eso falta mucho, sobre todo una puesta en marcha de políticas que promuevan a la actividad, desde el tambo, pasando por las industrias, con llegada incluso a lo comercial, en el mercado interno y el externo, siempre y cuando las billeteras permitan que aquí se pueda elegir lo que comer y brindando confianza en los mercados externos, sin depender sólo de la buena voluntad de los privados.
El inicio de 2022 estuvo marcado por dos cuestiones fundamentales que marcarán el desarrollo de toda esta campaña, con una sequía que se arrastraba desde el año anterior en la región central productiva lechera. “Sobre eso tuvimos el soplete del estrés térmico, con índices de temperatura y humedad altísimos que hicieron caer la producción mucho más que lo habitual”.
Los datos que dio a conocer en las últimas horas el OCLA destacan que en el mes de enero de 2022 la producción fue de 922,8 millones de litros de leche, 11,8 por ciento por debajo del mes anterior y 0,9 por ciento menos que igual mes del año anterior. La ola de calor que tuvo altísimos índices de temperatura y humedad por unos 20 días en el primer mes del año (ITH) generó que la producción cayera respecto a diciembre 11,8%, más que la media histórica.
“Normalmente en enero la producción de materia prima cae respecto a diciembre un nueve por ciento, pero en esta oportunidad las tasas estuvieron en baja entre 12 y 15 por ciento, con lo cual se arranca el año con una caída interanual de casi uno por ciento, que no termina siendo significativa y cuando uno pide proyecciones en estos escenarios son muy negativas porque con esta foto hay que mirar a la película de los 12 meses, aunque se pueda revertir no en el corto plazo, donde va a haber mucha menor cantidad y calidad de reservas”.
El precio promedio de enero se situó en 35,82 pesos por litro, con una producción promedio por tambo de 2.896 litros, con buena calidad de sólidos y algunos temas para ajustar en cuanto a lo sanitario.
Las inversiones en infraestructura para atenuar el calor en los tambos tuvieron un importante efecto para que la caída no sea aún más pronunciada, ya que hacía 30 meses consecutivos que la producción crecía interanualmente y ahora detuvo un proceso que cambia la tendencia de los últimos dos años.
A todo esto la falta de granos por las hectáreas perdidas de maíz van a complicar la recuperación.
“La suplementación de las dietas viene a partir del maíz y de la soja que son dos productos que tienen mala relación con el precio de la leche. Esto va a dificultar la compra de alimento y por lo tanto, en el primer semestre vamos a asistir a un año por debajo de 2021. Es una incógnita lo que va a pasar en la segunda parte del año respecto a condiciones meteorológicas y sobre todo en cuanto a los precios”.
Para afuera
Más
costos para tambos e industrias, por diferentes motivos no permiten
prever el comportamiento sobre los pagos que se harán sobre la
materia prima, que sigue teniendo indefiniciones políticas sobre los
alcances de la liquidación por calidad, tema pendiente de hace más
de dos décadas.
Mientras
el mercado interno sigue cada mes afectándose más por efecto de la
inflación y del descontrol económico-financiero vigente, las
exportaciones tuvieron una contracara valorable. El consumo creció
hasta los 188 litros per cápita anuales, sin embargo la compra de
lácteos se sigue caracterizando por ser cada vez más económica.
“Durante
2021 exportamos unos 2.450 millones de litros de leche, pero quedaron
en stock por problemas de logística unos 200 millones de litros
adicionales que podrían haber aportado un récord al que nunca
llegamos que sería tocar los tres mil millones de litros”.
Cabe
destacar que “la principal empresa exportadora hoy no tiene la
relevancia que históricamente tenía, se mantienen los mismos
actores en las ventas al exterior, a lo que se pueden sumar algunas
exportaciones pyme interesantes, que no aportan volumen, pero si a
los negocios, sobre todo de quesos”.
La
leche entera en polvo en bolsas de 25 kilos sigue liderando las
ventas con más del 41 por ciento de las ventas, seguida por el suero
en polvo, los quesos de diferentes pastas, sin especialidades que son
las que agregarían más valor. Las ventas lograron ingresos
superiores a los 1.300 millones de dólares, aumentando 17 por ciento
respecto a 2020 en valor.
Se
debe tener en cuenta que marzo comenzó con más de 4.700 dólares
para la tonelada de leche en polvo y los futuros indican más subas.
El avance de la guerra que Rusia le planteó a Ucrania y la baja
productiva general hacen que los alimentos trepen en este comienzo de
año.
No
es menor el dato que en este punto particular se sigue teniendo el
cobro de derechos de exportación, que en la leche en polvo llega al
nueve por ciento y en el resto de los productos es de 4,5 puntos
porcentuales, que no tienen devolución para el sector, pero que
tampoco tienen reintegros que puedan considerarse, perdiendo
competitividad con un dólar desvalorizado a más del 30 por ciento
en el último año.
En
definitiva son las grandes empresas las que pueden enfrentar esa
desventaja a la hora de negociar con los compradores y reduce esto la
oportunidad de abrir mercados para las industrias más pequeñas, aún
más con la ausencia de políticas que promuevan estos movimientos.
“Las
exportaciones son super atractivas este año, porque los valores han
picado a niveles de 2013 o 2014, siguen creciendo pero no se pueden
aprovechar porque no accedemos a los mercados de mayor demanda,
tenemos que cobrar un diez por ciento menos las ventas cuando se
pueden concretar y a su vez se pierde más con los derechos de
exportación, agregando el retraso cambiario, que van cercenando al
negocio. A pesar de eso, en 2021 logramos tener casi 2.500 millones
de litros de leche exportada”.
Con
el acuerdo de empresas lácteas y productores, a través de la
FunPEL, el OCLA logró consolidarse en los últimos años y
fortalecerse con financiamiento propio y es un espacio de consulta
por parte de todos los eslabones de la cadena, de los medios de
comunicación, pero también sirve como referencia concreta para
nuestros competidores en el plano internacional.
“OCLA
sigue funcionando a buen ritmo, a pesar de tener una estructura muy
reducida de dos personas, pero nuestro impacto nos soprende porque
tenemos llegada a la mayoría de los medios nacionales y también nos
satisface la incidencia internacional que toman nuestros datos, en la
región, e incluso a nivel global”.
Con
orgullo, Jorge Giraudo aporta que “somos informantes del sector
argentino a nivel de la Federación Internacional de Lechería, en el
USDA. El crecimiento es exponencial, estamos muy satisfechos, pero
sabemos que podremos hacer mucho más al momento de contar con más
estructura”, finalizó.
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