Un tambo asociativo y robotizado, el futuro de la lechería ya es un ejemplo

En San Jerónimo Norte seis socios tienen en marcha el primero de seis galpones con dos robots ordeñadores, para comprobar que unir esfuerzos, sumar tecnología y mejorar la calidad de vida de operarios y animales es el camino seguro de la producción primaria.


Por Elida Thiery (Agrofy News) - En la situación compleja que atraviesa la lechería argentina hace ya varias décadas, tal como sucede con la economía, se intenta entender la manera de hacer sobrevivir a los pequeños y medianos productores. Es así que la tecnología, su acceso, la disponibilidad de créditos y los diferentes sistemas productivos se evalúan para intentar alternativas viables y sostenibles en el tiempo.
El esquema del asociativismo en los tambos es una propuesta interesantes, pero que no siempre se puede llevara a cabo, sin embargo hay ejemplos muy remarcables que hace cada vez más tangible esta opción.
Hace tres años contábamos en Agrofy News el proyecto de un grupo de seis productores de San Jerónimo Norte, en el departamento santafesino Las Colonias, donde el negocio de los machos Holando comenzaba un esquema comercial que ahora cobra más relevancia con la automatización del tambo.
Empezaron comprando herramientas en conjunto, alquilaron un campo de 75 hectáreas para la recría con destino carnicero de animales que surgían de cada uno de los tambos, montaron un comercio para vender esos productos, que hoy tiene la más alta demanda en la localidad y ahora ya ven los resultados de la primera nave de un tambo robotizado.
El emprendimiento no sólo es interesante por tratarse de una suma de voluntades para seguir invirtiendo en la lechería, sino que están ubicados a metros de la ciudad, en el periurbano de la ciudad de San Jerónimo Norte, brindándole a los trabajadores una cercanía a la comunidad que mejora la calidad de vida, pero más aún, con robotización para el ordeño, lo cual permite una indepencia y mejor organización de la tarea cotidiana que sólo quien la atraviesa y la puede comparar con la acción tradicional la puede valorar.
Rafael Albrecht, Eduardo Amherdt, Rubén Albrecht, Marcelo Humeler, Daniel Eberhardt y Omar Magnin son los socios, aunque también trabajan en la empresa Germán y Fernando Albrecht, quienes a partir de sus tambos iniciaron esta estrategia de trabajo, que también apunta a eludir los vaivenes del clima, que siempre tienen entre sequías, inundaciones y veranos con temperaturas exageradas, los mayores riesgos.
Rubén explica que “en el grupo, al principio éramos más, pero se necesita un compromiso que comienza cuando hay que empezar a aportar. Nosotros lo hicimos con nuestros terneros machos, todos los que salían de nuestros tambos y con una cuota de leche, de dos mil litros al mes, que nos obligaba a cumplir y a ir avanzando en un montón de cosas. Eso permite poder invertir en herramientas, en lo que se necesite, pero de la misma manera compromete a todos de lleno en el objetivo final”.
Todos socios que no son familiares, dicen que así funcionan mejor, pero sobre todo con una actitud positiva donde todos apoyan las iniciativas y del mismo modo todos aportan trabajo, más allá del capital.
Este último viernes lograron sumar las 20 vacas que faltaban para alcanzar el máximo planificado para el primer galpón de la iniciativa. La mayoría de los 120 ejemplares son primerizas, algunas están en el segundo parto y una minoría atravesó el tercer parto. Hay casos de 60 litros diarios para algunas de tres partos, hay otras de 50 litros, pero concretamente el promedio del rodeo está en los 39,3 litros, con excelente calidad de cuatro por ciento de proteína y 3,6 por ciento de grasa.
Según la experiencia, el confort de la cama y el tránsito libre hace que se sientan mejor, incluso están rumiando mientras esperan para entrar al robot, lo cual se combina con un trato tranquilo que los animales devuelven con producción.
“En un mes se logró algo que yo no pensé que iba a pasar en meses”, dice contento Eduardo Amherdt. “Arranqué un tambo hace diez años con 29 vacas en producción, porque el campo es mi hobbie, amo las vacas, me crié en las cabañas viendo vacas de chiquitito. Si vos no amás las vacas sos agricultor”. Hoy tiene 105 vacas y tiene capacidad para 120, entonces sigue trabajando en su tambo, pero apuesta fuerte a esta iniciativa asociativa.

Un galpón especial

En la geografía del centro santafesino no es habitual ver confinamiento de animales, sin embargo con el correr de los años serán más los establecimientos que puedan ir mutando de sistema para continuar en la producción lechera y si las condiciones reinantes mejoran.
“Una de las ventajas de los estabulados es que incluso las vacas más grandes sufren menos en estas condiciones”, dice uno de los socios, bajo la sombra de una estructura que tiene 20 metros cuadrados por animal, superando los 14 a 16 metros recomendados.
El techo tiene dos alturas, con aireación a través de una “chimenea” en el medio, sobre postes de madera que tienen plástico como techo y son reforzados de manera constante.
La estructura de madera redujo “de cinco a uno” los costos para erigir la estructura, con los mismos riesgos ante las tormentas que tiene el resto de los materiales.
Los postes tienen diez metros de largo y tienen enterrados unos noventa centímetros. Si bien deberían tener bajo tierra 1,10 metros, se les agregó una base de hormigón y están aislados con membrana y brea para evitar que se pudran.
Otra de las claves es la obra eléctrica que requirió, en relación con el proyecto final del tambo que tendrá seis naves e incluso se proyecta una pequeña planta de balanceado, por lo tanto la energía trifásica tiene detrás “una megainversión, porque se hace una sola vez”.
Si bien saben que es muy importante la erogación que requirió, el buen funcionamiento hace que sigan proyectando y que ya estén pensando en desarrollar la segunda nave, porque como dice Eduardo “al productor de esta zona, al gringo, le gusta producir, invertir más allá de cuánto cueste recuperarlo”.
La producción en este sistema demuestra rentabilidad, porque con unos 12 kilos de concentrado por animal se obtienen más de 35 litros de leche por día.
Las próximas etapas apuntarán a mejorar la selección de semen para mejores conversiones, pero que también colaboran con las condiciones generales de los animales.
Este campo de seis hectáreas es de la sociedad y por la cercanía con la ciudad se debió consensuar la instalación con la Municipalidad, para que la expansión de la localidad acompañe este espacio productivo que tenderá a llegar a las 720 vacas en producción.
Cabe destacar que para el desarrollo, esta sociedad no recibió financiamento, ni ayudas, aunque el proyecto se presentó en todas las instancias posibles. La única facilidad que tuvieron fue a través de la prenda del campo, que el Banco Nación habilitó un préstamo para la compra de los robots y la empresa Lely financió la adquisición de los dos Astronaut para que el ordeño voluntario concrete esta idea de sistema.

El personal

Existe en esta sociedad una idea de motivar a los empleados. Son tres personas las que trabajan en el tambo, cumpliendo rutinas de trabajo en horarios normales de trabajo.
Si bien hay una familia que vive en el campo, la intención es avanzar hacia la figura de un sereno, simplemente para controlar cuestiones vinculadas a la seguridad por la cercanía con la ciudad, pero no en cuanto a lo productivo.
El ordeño voluntario permite organizar el trabajo del personal de mejor manera, pero también duplicar la cantidad de animales respecto a cada trabajador, ya que no supone horarios fijos y complicados para el desarrollo de la vida personal.
Cada día se hacen tareas de rutina, con el mixer, pero también dos veces por día se composta la cama, para que esté seca en la superficie, que los patógenos no sobrevivan y en definitiva se le aporte de manera constante bienestar al animal. Esto se nota en el desplazamiento, en el descanso y la rumia constante de las vacas.
Si bien son pocas, se repasa dos veces al día que no haya retrasos al asistir al robot y se busca puntualmente a esas vacas y se las acompaña al ordeño.
“Hay muchas cosas que las fuimos haciendo sin saber si el objetivo lo íbamos a lograr, pero claramente todo funciona mucho mejor que cuando lo pensamos”, entiende Germán Albrecht, que es hijo de Rubén y está a cargo de la producción, a poco más de dos meses de la puesta en marcha del tambo.
Fue el 19 de agosto cuando metieron por primera vez a las vacas en el galpón y estuvieron tres días entrenándolas para el ordeño voluntario. Esta última semana se agregaron 20 animales que compraron en los tambos de una empresa cercana y con unos 15 minutos como máximo, cada vaca logró completar el proceso de paso por el robot.
“Teniendo en cuenta que cada uno sigue trabajando con sus tambos tradicionales, lo que pasa con esta experiencia de Protambo es que un manejo diferente nos permite ver otras cosas , pero sobre todo que la vaca libre muestra lo que quiere hacer y responde mejor”, asegura Albrecht.
Los tambos robotizados proponen otros manejos para la actividad cotidiana del tambo, ni mejores, ni peores que los establecimientos convencionales, pero claramente permiten ver al negocio de otra manera.
Los robots requieren de tecnología conexa como son los collares, para la identificación automática del animal, así que no sólo se ve cada detalle de la extracción, que puede llegar hasta tres veces por día, según lo decida la vaca, sino que se manejan parámetros de salud, de preñez, de rumia, pudiendo tener todo el panorama de bienestar y el ajuste de la dieta, según lo necesite cada ejemplar.

El manejo se complementa con cámaras y todos estos datos están en el celular de cada uno de los socios, las 24 horas. Así son varios los que reconocen que pasan bastante tiempo mirando imágenes y repasando datos de esta novedad, de esta aventura que les está cambiando la manera de ver a la lechería.
Desde su apertura, Protambo recibe visitas constantes, de productores y profesionales de todo el país, que intentan entender la importancia del asociativismo, la manera de unir esfuerzos, pero también de encontrar en este tipo de sistemas la continuidad en la actividad lechera, sobre todo en situaciones de traspaso generacional.
Es indudable que la tecnología no sólo cambia la vida cotidiana, sino que transforma la producción. En la lechería la adopción de tecnología llega más lenta que en otras actividades, por los eternos problemas de rentabilidad, pero sin lugar a dudas que quien se sube a estas nuevas herramientas, no se irá del sector por muchos años.



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