La clave del establecimiento de la familia Marré está en tener la mortandad de los terneros por debajo del cuatro por ciento al año. Un manejo estandarizado, con el uso de sustitutos, mejoró el desempeño para llegar a rondar los 30 mil litros por día, con alta calidad en la materia prima final.
Por Elida Thiery (Agrofy News) - Inés Daverede Marré es la responsable de la producción en el campo La Luminaria SA de la ubicado entre Cañuelas y General Las Heras. En una de las tantas zonas del país donde la lechería da la pelea para seguir adelante, en un campo familiar desde hace tres generaciones el tambo marca el norte de la actividad.
Su madre, con el mismo nombre, heredó de su padre esta tierra que tenía dos tambos chicos, que en el año 2000 se unificaron y ampliaron, que actualmente cuenta con 22 bajadas, con retiradores automáticos, corral de espera cubierto, ventiladores y aspersores para aportar al bienestar animal, siendo cinco personas trabajando en la fosa, lo que permite un mejor manejo de los recursos humanos y descansos todas las semanas.
Son 500 hectáreas, con 570 vacas en ordeño que por efecto de la sequía terminaron 2022 con un promedio de 18 mil litros diarios, a razón de 30 litros por animal, esperando que los cambios en el clima hacia el inicio del otoño y la temporadas de partos puedan recuperar los registros.
La comercialización de la leche se reparte entre dos empresas. Festa sólo compra la leche de La Luminaria y el resto de la producción se deriva a San Satur (La Sorianita), con bonificaciones máximas de calidad, con -250 mil células somáticas, -50 unidades formadoras de colonias; y 3,5 por ciento de grasa.
De todas maneras, se negocia el precio en estos meses para poder repartir el impacto de la sequía y la falta de alimento que padecen los animales.
Con poca alfalfa en el campo, es un rodeo de 118 animales el que se saca al pastoreo, mientras que el resto recibe con mixer alimentación puntual a partir de megafardos y silo, habiendo hecho una inversión puntual en trigo, para tener reservas suficientes para atravesar los días más complejos de este verano, en un cálculo de 50 días por bolsa de silo.
Madre e hija consensúan las decisiones para asegurar siempre la sustentabilidad, no sólo en cuanto al alimento de los animales, sino en el sostenimiento de la producción, la continuidad del personal y es esa capacidad previsora la que las hace tener grandes resultados, a pesar de no poder tener muchos litros libres por animal en cuanto a costos.
Inés es ingeniera agrónoma, con master y doctorado en fertilización de cultivos. Habitualmente se encargaba de la parte agronómica del tambo, visitándolo una vez por semana, pero fue hace unos ocho veranos que al ver la situación dramática de la guachera, decidió intervenir en el manejo y relegar su actividad como docente en la Universidad Católica Argentina.
Recopilando información del equipo de trabajo, empezó a hacer cambios, a ordenar la forma de trabajo, a aplicar la lógica para determinar protocolos y poder salir del estancamiento de unas 400 vacas en ordeño y la mitad de la producción de lo que tienen actualmente.
Su madre, más dedicada a la parte administrativa, supo entender que los cambios se tenían que dar para evolucionar. Esa confianza entre madre e hija hizo que la modificación en el manejo les permita tener más rentabilidad para dejar de comprar siempre lo más económico, poder invertir en fertilización, dejar de perder animales, mejorar la salud de los rodeos.
Entre la guachera y una incorporación clave en el tambo permitió darle una mejor utilización al pasto y así crecer en cantidad de litros.
“Si uno quiere hacer bien el trabajo del tambo, es una locura. Si querés tener todo ordenado, prolijo y con buenos resultados, la dedicación tiene que ser completa”, explicó Inés que cree que “ayuda muchísimo la capacidad que tenemos las mujeres de hacer muchas cosas a la vez”.
Sin sexismo mediante, porque ella hace todas las tareas que se le presentan, “es mi forma de ser la de querer que las cosas se hagan bien y que la gente esté bien. Por eso, este año antes de la sequía y después de siete años, empecé a disfrutar del tambo, ya no tengo tanta angustia, porque el equipo de trabajo funciona y podemos afrontar bien plantadas esta crisis climática, incluso pudiendo tener también nuestro descanso y tiempo libre, aunque resulte muy dificil delegar”.
Inés entiende que estar presente en la empresa de su madre es fundamental para entender de mejor manera los problemas cotidianos del tambo, pero también para vincularse con todos los empleados.
Con un sistema que funciona y con tecnología de base bien utilizada, “quisimos poner detectores de los animales a la entrada del tambo para que reciban el alimento que cada una necesita, e incluso avanzar en temas vinculados a la reproducción, eso es lo que queremos hacer como próximo paso. Nosotros tenemos bien separados a los rodeos, por lo tanto la detección de celo, la rumia, los datos de la salud son los que importan y hacia eso queremos avanzar”, explicó.
El corazón productivo
Este es un tambo que está pegado a la Ruta Provincial 6, al noroeste de Cañuelas, donde la conectividad en todo sentido es una ventaja. Con un buen manejo en general de la unidad productiva, la guachera es el punto destacado en particular.
Como sucede en todos los establecimientos de este tipo, en este caso es fundamental, ya que en los últimos año la mortandad estuvo entre el dos y el cuatro por ciento, e incluso por debajo de eso en los últimos períodos. Es destacable que en los últimos casos, los decesos se dieron por agentes externos y no por enfermedades, como es habitual en otros establecimientos.
Vendiendo a los machos y dedicándose a las hembras, si bien hubo un cambio reciente de personal, luego de tres años de un sistema establecido por una encargada anterior que trabajó en el campo durante ocho años, los resultados se sostienen incluso con el nuevo manejo del sector.
“El cambio en la cría fue por practicidad, independizamos la guachera, ya no había que ir a buscar leche al tambo, porque antes dependíamos de las heladeras, del traslado de los tachos. A partir del sustituto dimos el alimento todos los días al mismo horario, en las mismas condiciones, sin influencias externas”, explicó Inés Marré, en la visita que Agrofy News hizo al tambo.
Se destaca el uso del taximilk, a partir de lo que se mejoró el proceso y preparación del alimento para los terneros. En un inicio se utilizaba sustituto Perform y una vez que los resultados fueron positivos se pasó a uno de calidad superior como es el Booster Top de Provimi.
“Una vez que nacen los terneros se lo calostra durante el primer día y luego se arranca con el sustituto que es Booster Top, después se pasa al Starter, siempre al diez por ciento; y a partir de los 15 días se empieza a complementar con ración”. A los seis litros de sustituto, en dos tomas, una a la mañana y otra a la tarde, se agrega un aditivo a la alimentación, que es un polvo para infecciones sistémicas, recomendado para los primeros diez días de estancia en la guachera, a lo largo de diez días.
Con la asesoría de los profesionales de Nutrygen, el distribuidor oficial en la región de los productos Provimi, en este campo a esta estrategia la inician al quinto día de vida.
La fase del destete también cambió la estrategia hace algunos meses, con un proceso de mayor adaptación al pasar de la estaca al corral, adelantando el descornado que ahora se hace con pasta.
Esto demuestra que el sistema de cría es flexible y puede aceptar cambios positivos que vayan proponiendo los nuevos responsables de la guachera, siempre sobre los resultados actuales a pesar de condiciones como las climáticas del pasado invierno que en los rodeos de vacas generaron algunas neumonías, por mínimas extremas durante las noches.
De 271 terneras, sólo una murió porque se atragantó en los primeros días de vida, asustada al momento de comer por el movimiento de maquinaria en un lote lindero, meses atrás, mientras que a principios de diciembre se dió el último deceso del año, pero que fue a causa de una intensa tormenta, que incluso generó voladura de estructuras en el tambo y la guachera, que es lo que provocó la muerte del animal, probablemente por un golpe.
Cada vez que hay un deceso se hace una revisión para entender cuál fue la causa del deceso y así poder trabajar con el resto de los animales, que en promedio son 300 hembras al año.
Ana y Antonio vienen de trabajar en una cabaña de Holando y son los encargados del sector, donde estrictamente hay que pasar por cal el calzado antes de ingresar. Allí todas las mañanas se rastrilla la superficie para que siempre esté limpia, por la tarde se entrega algo de pasto y en la transición hacia el destete los terneros se muestran sin hambre, comiendo poco balanceado, por efecto del sustituto, con un crecimiento parejo.
“Acá trabajamos como si hiciéramos de cuenta que los animales son nuestros” dice Ana, que atiende a cada uno de los terneros de manera especial y con la dedicación que requieren según la cantidad de días de vida, contemplando incluso la ubicación por edades y recién a los 60 días de vida salen de la estaca, al campo en recría colectiva.
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