Le faenaron cinco de las diez vacas que ordeñaba y le robaron todo, pero el sueño de su tambo sigue adelante
Por Elida Thiery (Bichos de Campo) - San Martín de las Escobas es una localidad de tres mil habitantes, a la vera de la Ruta Nacional 34, en el centro de Santa Fe. La destaca un gran molino harinero de AFA, cuatro pymes lácteas y una economía agropecuaria que tiene su límite industrial en la falta de gas natural.
A ocho kilómetros al oeste de la ruta un camino rural de tierra, flanqueado por paraísos, antes de la tranquera da indicios de una tormento. La osamenta y el cuero de una Holando, en una primavera drámatica por el marco de sequía, abren paso a un sueño que se transformó en pesadilla, pero que empieza nuevamente a ver un horizonte mejor.
Rodrigo Berta tiene 30 años. En cuarto año de la secundaria decidió dejar de estudiar, fue a trabajar en la recría de un tambo, después pasó a las tareas generales y por diferencia salarial se desempeñó durante 11 años en una láctea. Su sueño siempre fue claro, quería tener su emprendimiento lechero propio.
En la lonjita de 12 hectáreas que le corresponden del campo de su papá, hace un año y medio puso unos postes y una media sombra, compró cuatro vacas y empezó ordeñando a mano, pasando los días con los animales en el camino. Avanzó en la perforación del pozo para el agua, compró dos vacas más y decidió alquilarle una franja más a su papá.
“Sembré avena, la perdí. Sembré sorgo, lo perdí. Ahora logré tener un poco de alfalfa”, cuenta mientras espera algo de lluvia para el jueves, después de haber sufrido piedra en seco la semana pasada y ya con chapas en el espacio de ordeño.
En un feria en Centeno compró cuatro vacas más. Con una ordeñadora precaria en una suerte de brete a la par, llegó a ordeñar diez vacas, sacando unos 300 litros por día.
“Estaba todos los días hasta las 2 de la mañana en el campo, para que no se me empasten las vacas, unas heladas me comí, pero lo que trabajaba me rendía, para mantenerme a mí, para cubrir los gastos y pagar la cuota del alquiler”.
Hoy tiene que cubrir la última cuota de esos animales, aunque en la noche del miércoles 27 las malas intenciones y la luna llena le jugaron una pésima jugada. A pesar de haber estado hasta más de las 10 de la noche en el campo, cuando volvió al día siguiente entendió a pesar de la penunmbra que las cosas estaban mal. Cinco vacas y la yegua lo esperaban pegadas a la tranquera, como nunca.
Ni bien empezó a clarear vio a los animales tendidos sobre la tierra, muertos, desgarrados. Le habían matado cinco vacas, incluida una vaquillona preñada. También le robaron la bomba sumergible con un caño de 18 metros, los cables, el tablero; un grupo electrogeno de 6.5kva al que le cortaron una cadena, las mangueras, los pulsadores y el viejo equipo de ordeño completo.
Sólo quedó el tanque y el sistema de frío.
La Policía y la guardia Los Pumas lo asistieron rápido, pero no pudo más que saber hasta dónde llevaron los restos de los animales para terminar de carnearlos, con la impunidad que generan los campos agrícolas, habiendo sólo un tambo a dos kilómetros.
Lo primero que pensó fue en dejar todo. “Ya había hablado con la Guillermo Lehmann para cargar las vacas y mandarlas a la feria. Iba a vender la camioneta y me iba a ir con mis primas, que se fueron hace poco a Estados Unidos y Portugal”.
Pero a partir que empezó a comentarse la triste noticia, “el teléfono no paró”, empezó el engranaje solidario a funcionar y así sigue hasta hoy. Con una casilla que consiguió se queda ahora a dormir en el campo y así a caminar hacia el objetivo de “vivir acá y poder tener un día un tambo, lindo, grande”, con todo lo que pueda agregarle.
Le prestaron un acoplado con un tanque para buscar agua en el pueblo y darle a las vacas. Armó una mínima estructura para seguir, “porque a las vacas hay que ordeñarlas todos los días”.
En el noticiero de El Trébol contaron el caso y la esposa de Alfredo Ansaldi lo vio en televisión, se lo contó y sin dudarlo, los contactos no tardaron en cruzarse. Coordinó con su empleado para que pase a ver qué podían hacer. Ellos prestan servicios desde su empresa An-Sal con la instalación y reparación de equipos a unos 60 tambos en una amplia zona y en San Martín de las Escobas tienen varios clientes.
Arrancó esta semana y las noticias fueron excelentes. Alfredo llegó para poner a punto tres bajadas de acuerdo a la estructura que estaba en el campo, con un pulsador para volcarlo en el tanque, para que el camión de Ricolact, la empresa para la que trabajó durante tanto tiempo, le retire todos los días la materia prima.
“Los primeros tres días no quería ni venir, pero ahora hay que seguir. Yo tengo idea de poder agarrar todo el campo que tiene 40 hectáreas y poder crecer”, dice con una sonrisa al lado de la ordeñadora flamante que Alfredo le regaló, con la emoción genuina de ayudar a alguien que trabaja bien y que apuesta a la lechería con la pasión que sólo tiene esta actividad.
Tiempos tan confusos para la cadena, incluso con cambios de Gobierno en marcha pudieron combinar las buenas voluntades.
Marcos Alarcón, es el presidente comunal de la localidad reelecto, quien primero se puso a disposición de este emprendedor. Fue el contacto con Abel Zenklusen, el director santafesino de Lechería que de inmediato comenzó a buscar financiamiento para poder salvar esta situación. También inició la gestión para que la Empresa Provincial de la Energía logre hacer la obra de electrificación, de no más de 200 metros que necesita el campo desde la columnas del camino.
Todos se encontraron con Rodrigo este lunes, al llegar al lugar el Director Nacional de Lechería, que está elaborando un informe técnico para que también el Ejecutivo pueda sostener este momento crítico para un tambo nuevo, que no sufre más que la inseguridad reinante, además de todas las variables naturales sabidas.
Arturo Videla remarcó que “es nuestra responsabilidad poder acompañar en una situación tan extraordinaria”, facilitando financiamiento para un productor que queda al margen de la disponibilidad crediticia tradicional de los bancos.
Por su parte, Zenklusen explicó que se está gestionando una articulación de fondos rotatorios a partir de las Asociaciones para el Desarrollo y de un programa de agricultura familiar. “La intención es poder generar de manera exepcional varios préstamos”.
Alarcón expuso que la Comuna firmará la garantía para que se pueda llegar a un total de unos tres millones de pesos para poder comprar animales y reponer la maquinaria, “para encontrar una solución lo más rápido posible”.
Están en marcha la redacción de notas de cada una de las instancias de Gobierno para pedir la atención de este caso especial. La política sirve para esto, para sustentar estas necesidades “que lo dejen en igualdad de condiciones”, explicó el presidente comunal.
Mientras muchos tironean por intereses que no hacen a la diaria de los productores, esta vez son los representantes políticos los que están dispuestos a tender fondos, que se combinan con la solidaridad de Alfredo y sobre todo con las ganas de Rodrigo para que este pequeñísimo tambo siga.
Caminando para buscar a las vacas, que ya se tenían que ordeñar, pisando la tierra seca y la alfalfa que no termina de arrancar, él le contó a Bichos de Campo orgulloso su rutina de trabajo, la tranquilidad de tener recuperada a la yegua de los golpes que le dieron los delincuentes que entraron al campo, pero sobre todo refuerza su convicción de querer producir leche, de hacer lo que le gusta y de tener claro el sentimiento de no aflojar.
Desde aquí dejamos rondando una idea. Si alguien está cerca, si quiere colaborar para que toda esta historia pueda encaminarse, sólo basta avisar y hacemos los contactos. Puede ser alguna maquinaria en desuso, puede ser alimento, pero sobre todo alguna vaca que para alguno sea de descarte en tiempos de reducción de rodeos, porque a Rodrigo seguramente le ayudará a ponerse firme y algún día concretar el tambo que sueña, nunca sin esfuerzo.
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