Agotada por los ataques a su ganado, una productora no deja de denunciar y pedir justicia

Por Elida Thiery (Bichos de campo) - Hace tres años, en plena pandemia, Luciana Brero afrontaba la situación más dificil en el aspecto productivo cuando con una seguidilla de animales faenados y robados ponía en riesgo su continuidad, mucho más de lo que le había hecho la inundación de 2016.
Ella es veterinaria, se dedica a la cría de ganado con destino ganadero en el que fue el campo de su abuelo, que siguió trabajando su madre como tambo y del que ahora alquila la mayor parte de la superficie y conserva una pequeña porción para pasturas y sus animales.
En su momento llegó a tener 75 cabezas que ahora son 65 en todas las categorías, aboslutamente lejos de los números promedio para el sector; y con crecimientos interanuales bajos por el pequeño tamaño del rodeo.
Lleva años denunciando delitos y siendo ignorada por la Justicia santafesina. A pesar de estar a pocos kilómetros de una sede de la policía rural Los Pumas, sigue padeciendo ataques. Su ubicación le da gran valor a la tierra, pero le aumenta todos los riesgos. El campo está en el cuadrante sudeste de Rafaela, lindero con la localidad de Bella Italia, pero a tan solo metros del barrio 2 de Abril, de viviendas sociales y del asentamiento Esperanza.
Hagamos un recorrido por los hechos de los últimos meses, para entender la voluntad de resistir, de no abandonar la pasión por producir, de no alejarse del amor por el campo, pero sobre todo, de no claudicar ante el delito.
En la previa de navidad, era 19 de diciembre y en horas del atardecer, en un rincón del campo cuatro hombres corrían a un grupo de terneros, de entre 120 y 150 kilos, a uno de los animales le llegaron a hacer un corte arriba de la pata trasera izquierda. Lo quisieron carnear vivo, se salvó porque Luciana los ahuyentó. Para registrar el hecho Los Pumas no tenían vehículo disponible.
Dos días después, un rodeo de hasta 300 kilos había roto alambrados y saltado boyeros, los habían corrido y faltaba una hembra. Un poco más adelante sólo quedaban sus vísceras en el lugar, se habían llevado hasta la cabeza. Los Pumas no respondieron.
Ya el domingo 25 de febrero, la productora llega al predio después de intensas lluvias. A pesar del barro alguien les había abierto una tranquera de alambre, estaba el lote de 14 animales desparramados muy lejos, incluso sobre las vías del Ferrocarril Mitre. En la oportunidad no se logró el robo o faena de ninguno. Los Pumas prometieron rondas de control más tarde y a medida que los caminos mejoren.
En las “decenas” de casos que viene sufriendo en los últimos años, comenta Luciana que jamás se hallaron huellas de vehículos, sino que los delincuentes llegan caminando hasta el lugar, al que hay que conocer para acceder.
El sábado 2 de marzo todos los animales fueron encontrados mezclados, el motivo había sido la estampida por acción de los delincuentes. En el rincón sur del campo una vaca Holando de unos 450 kilos había sido faenada. Estaban sus restos, cabeza y cuello con carne, los huesos de la columna vertebral hasta la cola, las vísceras de la cavidad abdominal. El hecho había ocurrido hacía unas horas, seguramente al final de la noche en medio de la ola de calor.
Esta vez si llegaron Los Pumas, tomaron nota, interrogaron, pero no podían registrar ahí la denuncia, la productora debía ir hasta la sede en la localidad vecina. En la era digital, el progreso aún no llegó ni para lo más mínimo en el campo.
Una semana después, el 9 de marzo el cuadro al llegar al campo fue el mismo, todos los lotes mezclados, alguno animales muy lejos, un grupo de 11 cortó un boyero y las huellas marcaban la persecución que habían sufrido. Otra vez querían faenar salvajemente a algún ejemplar.
Llegó un efectivo de la guardia rural y dijo no estar al tanto de nada de lo sucedido, por tercer fin de semana consecutivo en el lugar.
Pasaron cuatro días y por la tarde dos vacas saltaron un alambrado y estaban en un lote de soja de un vecino, habiendo arrastrado el boyero. No faltaban cabezas, el delito quedó en un intento, por el cual hubo que arriar a los animales que se habían dispersado en las vías del tren. Se hizo un reporte telefónico a la guardia Los Pumas.
Este fin de semana fue todo más intenso. El sábado hubo un intento de ataque, sobre el cual la guardia rural dijo incrementar esa noche el patrullaje. No fue suficiente, el domingo pasó lo mismo. No se dieron por vencidos, fue este lunes y por tercer día consecutivo que se rompieron boyeros y se corrieron animales.
El animal atacado fue una vaca predominantemente negra, sin cuernos, preñada, de aproximadamente 480 kilos, que estaba sola en el límite norte del campo, con cortes y heridas abiertas en los miembros anteriores y pecho, en ambos lados de su cuello y en el costillar izquierdo.
La quisieron faenar viva, valiéndose de la mansedumbre bovina, seguramente fueron interrumpidos por la presencia de la productora y dejaron inconcluso el delito.
Los Pumas acudieron y en esta oportunidad tomaron la denuncia en el lugar.
Este es el repaso de los agotadores últimos tres meses en la vida productiva de Luciana Brero. Nadie la protege, nadie le da respuestas, mucho menos se hace justicia con los delincuentes jamás investigados, allanados o condenados y sobre los que hay denuncias hace años. Ella no quiere dejar su medio de vida.
Será entonces que ante la desprotección en las ciudades, en los campos, ¿la única opción es el abandono?, o realmente ¿podemos seguir gritando por justicia cada uno desde su lugar?.
El campo es la caja económica, pero también la caja de resonancia de todos los conflictos sociales. Ojalá cada vez tengamos que escribir menos sobre estas malas noticias y más sobre los logros y avances, aunque como mirando por un camino de tierra que se pierde en la inmensidad, eso queda demasiado lejos y la Justicia es como la luz mala, sólo está en el imaginario rural.

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