Si bien hay unidades productivas que cierran, oficialmente controlan de mejor forma los Renspa para llegar a un número real de tambos activos, que fueron a marzo 9.702.
Por Elida Thiery (Bichos de campo) - Desde que la lechería aceleró su proceso de crisis, contando ya varias décadas, cada vez que se habla del cierre de tambos el tema entra en un terreno complejo, por todo lo que eso puede significar, no sólo en lo productivo, sino sobre todo en el impacto social y emocional.
Se sabe que muy pocas veces que una unidad productiva lechera deja de estar operativa, es muy dificil que se vuelva a activar. Ahí radica la situación de base.
También es cierto que cada vez que aparece la información en números sobre la baja de los tambos, las cifras pegan fuerte.
A pesar de las versiones de hace algunos meses sobre unos mil tambos salidos del esquema activo, recientemente, lo cierto es que ahora el Gobierno tomó nota del impacto y mejoró la manera de medir esta variable.
Desde la Secretaría de Agricultura se comenzaron a corregir las formas de controlar el Registro Nacional Sanitario de Productores Agropecuarios, el trámite a través del que se relevan todas las unidades productivas.
Previo al cambio, se contabilizaban todos los Renspa que indicaban actividad lechera, tengan o no animales. Era considerada una unidad productiva la que tenía una cabeza de ganado. Es por eso que se definió comenzar a recalcular las cifras.
Tomando como referencia los Renspa con animales productivos, por lo tanto el tablero dinámico del Senasa ahora considera a los establecimientos que tienen en stock a cabezas en la categoría vaca.
¿Cuántos tambos hay ahora?
Se
pasa entonces de 10.041 tambos en 2023, a 9.876 en 2024,
representando una contracción de -1,6 puntos porcentuales, mientras
que al 31 de marzo de este año, son 9.702 tambos los que tienen
Renspa activos, habiéndose dado una reducción del -1,8 por ciento.
Esto
corrobora lo que siempre se explica, que es una tendencia menor a la
mundial en nuestro país respecto a la concentración de la
actividad.
Hay
que considerar que entre 2020 y 2023 la tasa global de cierre de
tambos fue de -2,3 puntos en Uruguay; -5,2 en Europa; -6% en Estados
Unidos; -6,3 en Australia, resultando en -1,8 puntos en Nueva
Zelandia; y -0,5% en Brasil, donde los tambos tienen una diversidad
de tamaño, extensión, uso de razas y productividad muy diferente al
del resto de los países mencionados.
Es
importante la caída de tambos que se registró en la Argentina en
poco más de tres décadas, lo cual representa el claro reflejo de
las sucesivas crisis sectoriales, políticas y economícas. El mayor
recorte se dio entre 1988 con 30.151 tambos, para pasar en 2002 a 15
mil unidades productivas. Para 2008 ya había 11.542, subió el
número en 2012 a 12.003 Renspa, volviendo a caer al año siguiente y
dándose el mayor recorte entre 2018 y 2019, pasando de 11.273 a
10.287 unidades productivas. Esto en la contabilización por
registro, que para 2024 sumaba 9.407 tambos, mientras que los
realmente activos fueron 9.876.
Tocar
este tema siempre es polémico, porque los cierres de tambos no son
buenos, no suenan bien, pero hay que entender que la lechería
argentina da pelea dentro de sus posiblidades y en busca de
aprovechar las oportunidades que presenta el mundo.
Más animales
La
cantidad de animales destinados a tambos fueron en 2023 de 1.556.832,
cayendo en 2024 a 1.483.587 vacas, sumando en el registro de este año
1.561.465 cabezas.
Hay
una tendencia a mejorar la reposición de rodeos, con mayor valor de
los animales, el clima ayuda a recuperar producción ya entrado el
invierno y a pesar de tener alfalfas que tienen un desarrollo más
lento del esperado, hay una expectativa positiva sobre la
recuperación de litros perdidos durante los años de sequía.
Cuestión
de precio
En
el camino de la recuperación, hay ahora una desaceleración en los
precios, tanto al productor, como los internacionales y es por eso
que se espera que después de más de un año de valores altos, la
materia prima retome cifras de otros tiempos, sin poder correr al
mismo ritmo que la inflación.
Al
mes de junio, el precio por litro terminó en un promedio de 40
centavos de dólar (472,8 pesos), mientras hace un año atrás el
ritmo estaba en los 44 centavos.
Según
el relevamiento del Observatorio de la Cadena Láctea, la comparación
interanual marca una diferencia de 17,2 por ciento, mientras que en
el constraste con mayo el crecimiento fue de 1,1 por ciento.
En
cuanto a los sólidos útiles, el kilo se pagó 6.312,07 pesos (5,43
dólares), quedando en la franja negativa intermensual con -0,08 por
ciento; y sólo 14,5 puntos frente a junio de 2024.
Si
bien la exportación es la gran opción, por no haber retenciones en
el sector, existiendo 90 mercados abiertos para la lechería
argentina, la tarea pendiente es mejorar los aranceles vigentes, con
acuerdos comerciales que mejoren lo vigente hasta el momento.
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