Lograron una sola aplicación de insecticida en 14 ciclos agrícolas

Son tiempos en los que el cuestionamiento a los agroquímicos es mucho, sobre todo en cuanto a las líneas de agronómicas y el enfrentamiento de las zonas rurales con las urbanas. 
En la Estación Experimental del INTA Rafaela se trabaja en un lote de 120 hectáreas, ubicado entre la Ruta 34, el camino de Apadir y la extensión del bulevar Lehmann, en el que se implanta soja de siembra temprana, soja de siembra tardía, con rotaciones de trigo, segmentando el total del terreno a la mitad, en la secuencia de ciclos, que convierten en siete años a 14 lotes para su relevo.
“Este es un caso en el que venimos estudiando al lote desde el año 2005 a esta parte”, explica el Ing. Jorge Frana, entomólogo a cargo del trabajo de Protección Vegetal y Control de Plagas, mientras que la tarea agrícola la realiza el Ing. Oscar Keller.
Lo cierto es que en siete años, en 14 ciclos, se logró hacer en un solo lote, en todo ese tiempo un solo tratamiento contra insectos, con lo cual “se logra un ahorro muy importante en insecticidas químicos; y se comprueba que la producción es posible, manejándonos exclusivamente con inspecciones semanales al lote, llevando los datos de ese monitoreo a una comparación con los umbrales de tratamiento, los valores preestablecidos por medio de la investigación”. De esta forma, el ingeniero reconoce que esta es la manera para avanzar sobre la decisión de aplicación más acertada.
En la oportunidad que se aplicó fue para generar un control de chinches, “porque era la fase de estado reproductivo de la soja en la que se estaban formando los granos para la campaña 2010/2011”, para lo cual se utilizó un insecticida de banda azul.
Este trabajo sobre el lote alquilado a un privado tiene muy en cuenta la cuestión del límite con la urbanidad. Es por eso que se debe aplicar lo que se conoce como Manejo Integrado de Plagas, que fue lo que derivó en este “ensayo”. La aplicación de la filosofía de trabajo demuestra que el pregón del INTA es posible de llevar a cabo con buenísimos resultados, si se tiene en cuenta que hace tres campañas allí se produjo el lote récord zonal de trigo. Evitar daños a través del control constante hace muy interesante esta manera de trabajar en la agricultura, para aplicar agroquímicos cuando sólo sea necesario a través de las variables que dan los umbrales de tratamiento con los que se tienen que contrastar los relevamientos promedio de insectos de cada lote.
Al hacer muestreos periódicos, tomando decisiones basadas en los umbrales de tratamiento; y en caso de hacer los controles, que sean a través de insecticidas selectivos que maten a la plaga y no a los insectos benéficos. Este ordenamiento es el que permitió que en siete años “no haya hecho falta otra aplicación que la de la campaña 2010/2011”, que fue la de mayor lluvia en los últimos años, aprovechando la aplicación para incluir un fungicida, tarea realizada en un día sin viento, para evitar la volatilidad de los químicos.
“Todo el mundo tiene internalizado que es imposible producir sin insecticidas, se fumiga por las dudas. Pero esos son los comportamientos que desde el INTA tenemos que corregir a través de estas demostraciones”, señaló Frana, con lo que se demuestra que de las tres aplicaciones habituales que se hacen en cada lote, se pueda reducir al mínimo, por costo económico, por costo ambiental y así mejorar las condiciones productivas en todo sentido.
“No pretendemos que se llegue a este caso, de una aplicación en siete años, pero sí que se reduzca el uso de agroquímicos, para no caer en excesos”, sostuvo, mientras remarcó que el costo de una visita semanal del ingeniero al lote, será siempre menor que la fumigación preventiva que habitualmente se hace, servicio que cumplen muchos profesionales e incluso empresas, que por un costo de 30 a 40 kilos de soja por hectárea termina siendo rentable a la hora de evaluar la eximición de la aplicación de insecticida.
En esto entra en juego un costo no económico, como lo es el costo social que tiene esta utilización de agroquímicos, para seguir permitiendo la productividad de lotes muy interesantes para el rendimiento general, como es el caso de este, ubicado frente a Apadir.
“Dar a conocer este tipo de trabajos ayuda a cambiar ciertas concepciones. En la sociedad y en el sector productivo agropecuario se cree que las plagas son apocalípticas, pero no es así. Hay que ser tolerante en el umbral de tratamiento”, aconsejó el especialista para poder cumplir de la mejor manera con los ciclos naturales, tanto de las plantas como de los insectos que la afectan, así como sus predadores naturales, dado en esta zona del país por el "paisaje fenomenal que da la lechería y la alfalfa donde habitan gran cantidad de insectos a través de varias campañas"; y así evitar la alteración química de los lotes y su entorno. "Hay que saber explotar la bonanza de la naturaleza y seguir manteniéndolo", concluyó Frana.

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