“La tecnología no reemplaza a las personas, sino que las potencia”


Cristian Chiavassa, integrante del grupo familiar que ordeña 1.300 vacas por día, explica su mirada sobre el negocio lechero, más allá de la coyuntura. Combinar experiencia y tecnología es lo que permite crecer, más allá de las escalas.

Por Elida Thiery - Hoy están muchos con los pies en el barro, pero es sabido que en el tambo hay que saber mirar más allá.
Hace unas semanas en el Foro de Ideas propuesto por la empresa Alltech, estuvo disertando ante un auditorio colmado Cristian Chiavassa. Integrante de uno de los salientes ejemplos de la lechería nacional, propuso mirar al negocio del tambo como un espacio de rentabilidad, cada vez más tecnologizado y que camina junto a los recursos humanos, para responder con creces a la demanda global de alimentos y proteínas.
“En el año 2001, cuando arrancó todo el ´boom sojero´, pasamos de tener campos que valían tres mil a 20 mil dólares. En el término de tres años pasaron los alquileres de ocho a 15 quintales. Por eso la única manera de soportar el costo de oportunidad era con más litros de leche, con eficiencia. Teníamos dos posibilidades, o nos movíamos a una zona más marginal, con un costo de la tierra más bajo y producíamos soja ahí, a 160 kilómetros del mayor cluster del mundo, o intensificábamos para agregar valor y generar empleo en el lugar donde habíamos nacido. La decisión fue para ese lado”.
Convencido de una actividad donde entre la tierra y los animales se termina definiendo el día a día añadió que con todo en marcha, “en el término de 2009 a 2017 nosotros crecimos con la producción en 150 por ciento, generamos un 54 por ciento más de demanda de mano de obra, pero también aumentando un 53 por ciento de productividad de las personas, creció la cantidad de litros por persona por año ordeñados. Todo esto con un detalle que no es menor y es que lo hicimos con el aumento solo de un cuatro por ciento más de hectáreas”.
Integrante del Grupo Chiavassa y desde Carlos Pelegrini en el corazón de la provincia de Santa Fe no duda. “Nuestro caso demuestra que es posible cumplir con los objetivos”.
En algo que puede sonar como una charla motivacional para tamberos, pero que se compone de datos de la realidad de una empresa que trabaja convencida de sus acciones y sus recursos humanos, detalló que “hoy en día estamos trabajando 1.700 hectáreas, de las cuales 900 son propias y el resto alquiladas. Estamos ordeñando 1.300 animales, con una producción de 34,7 litros promedio al año”.
Organizados, con mucha materia prima para imponerse con peso en el eslabón siguiente de la cadena, explica “la comercialización la hacemos con logística propia, porque cambia así la forma en la que negociamos nuestra leche y solemos tener a una cantidad de proveedores estables, que representan más o menos un volumen del 80 por ciento, quedando el 20 por ciento que lo manejamos de una forma más ´spot´”. Una familia que aplica conceptos de pool, mucho más aceitados, consigue la fidelidad de sus receptores, que son muy diversos; y sobre todo, buenas remuneraciones.
El tambo tiene un horizonte complejo en todo el mundo. Los chicos deben crecer y la concentración parece inevitable. En este marco, “hay que apuntar si o si a mejorar las cuestiones vinculadas al bienestar animal, el cuidado del medioambiente, principalmente en el manejo de efluentes. Pero también cada uno según su escala debe evaluar que tan factible es hacer un proyecto y qué tipo de sistema, intensivo o extensivo va a elegir, siendo los modelos que van a seguir siendo viables en el tiempo”.
Por eso propone para los más chicos la alternativa del asociativismo. “A nosotros nos guste o no tenemos un montón de problemas vinculados al estado de los caminos, al suministro de electricidad y lamentablemente pensar que esto va a cambiar en el corto plazo es difícil. Por eso sería bueno pensar en un grupo de productores pequeños que estén a unos 40 kilómetros de distancia, asociándose para hacer un tambo de fácil acceso, donde sean proveedores de forraje y les den mejores condiciones de ambiente a las vacas y se mejoren los costos”.
El camino es ese, entre privados o en cooperativas.
“Somos respetuosos y no somos defensores de la intensificación. Nosotros creemos que cada productor con la realidad que tiene su establecimiento, dependiendo si es propio o no, si tiene un modelo de vida que se adapte a la intensificación, por el ritmo que tiene ese gerenciamiento, si tiene capacidad para conseguir buen financiamiento. Al poner en la balanza todo eso y algunas cosas más se tiene que decidir qué es lo que lo va a hacer feliz y permitirle seguir produciendo a partir de ese momento y por 15 o 20 años, por lo menos”, explica Chiavassa para pensar en metas que la lechería permite, pero quizá no en los términos hoy más comunes.
Durante la charla en el Hotel Sheraton de la localidad de Pilar en Buenos Aires, Chiavassa fue muy claro. “Es tan importante la observación y experiencia de las personas, como la incorporación de tecnología”, porque se pueden incorporar sensores y máquinas, pero estas deben multiplicar el talento de los recursos humanos. “La tecnología no reemplaza a las personas, sino que las potencia”.
Aunque “el financiamiento es una pata fundamental”, no se debe perder de vista otro aspecto basal.  “Tecnología como puertas separadoras, identificación electrónica, collares que midan actividad de rumia, son elementos que según nuestra experiencia se repagan en menos de un año. La mayoría de las veces, cuando un productor nos consulta viene con la inquietud de tener que comprar tecnología que es cara o barata, sino que se tiene que medir el repago. Hay que evaluar si la rentabilidad que puede dar esa incorporación termina siendo mejor que la tasa a la cual uno se puede financiar. Se tiene que evaluar el capital invertido en tecnología para el tambo o en otra cosa, como para muchos puede ser un plazo fijo”
“Hay una gran ventaja que tienen muchas de estas tecnologías que es ser escalables, por lo tanto uno no necesita arriesgar el cien por ciento, sino ir probando de a poco. Nosotros probamos al principio con cien collares, con un grupo testigo de vacas, fuimos viendo cómo nos iba y pudimos reinvertir las utilidades de ese resultado para seguir comprando más y de esta manera crecer gradualmente”.
Claro que es muy consultado y “la recomendación siempre es hacer cada uno su propia experiencia”. Para cualquiera que esté evaluando alternativas es esencial escuchar ejemplos, hablar con otros productores y con profesionales, pero lo que Chiavassa remarca es que “siempre hay que tener en cuenta cómo se lleva la tecnología al campo, cómo se le va a ´vender´ la tecnología a la propia gente. Si tus empleados pueden percibir que por ese tipo de incorporación pueden llegar a ser castigados o controlados en exceso, porque quizá un día empiezan a ordeñar diez minutos más tarde, por ejemplo, o porque inseminaron tres horas se puede boicotear el beneficio de la tecnología”.
Con un vínculo indiscutido con la producción asegura que “se deben ver estos avances como herramientas de desarrollo, como una manera de potenciar a la gente que está en el tambo, para sacarles actividades rutinarias y emplear ese tiempo en acciones más atractivas, participándolos de los resultados” y así se puede potenciar cada uno de los elementos que hacen a una explotación.
El Grupo Chiavassa se prepara para dar un paso más.
“En el corto plazo vamos a adoptar robots, de uno a tres años, porque tenemos la sala rotativa llena actualmente, porque funciona 21 horas por día, con 40 puestos”. “La duda que tenemos es la inversión. Para un robot hay que estar hablando de tres mil dólares por vaca, mientras que una rotativa vale mil dólares por animal. En un país como el nuestro donde el financiamiento es complicado, donde la leche tiene un valor relativamente bajo, en comparación con otros lugares del mundo, los litros marginales que podes sacar con el robot no pagan tanto como en otros lugares, sumado a que la mano de obra es relativamente barata, comparada con Estados Unidos donde cuesta unos 15 dólares la hora. Esos dos factores clave que son los litros adicionales y la mano de obra, acá juegan en contra porque tiene bajo precio los dos”.
Adelantarse resulta inevitable y sobre todo a grandes escalas. “Nosotros creemos que hay que entrar en los robots, que tenemos que empezar a aprender, para empezar a dejar de lado las actividades rutinarias e invertir el tiempo en trabajos más importantes”.
No descartan desde el Grupo Chiavassa trabajar con un grupo de animales iniciales en el robot, lo que podría ser un galpón con cuatro máquinas al principio, porque permite adoptar esta tecnología por grupos de hasta 80 vacas,  para adelantarse a una tendencia que será una realidad antes de lo imaginado, con una inversión más gradual que avanzar hacia otra sala rotativa de similares dimensiones a las actuales.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
http://quasartechsciencie.blogspot.com/2019/04/argentina-renacera-antes-del-2020.html