Tambos más sustentables apuntando a la tecnología y el ambiente

El segundo día del Seminario Internacional de Lechería abordó los aspectos fundamentales de la incorporación de tecnología en el eslabón inicial de la cadena. También se repasó el impacto de los rodeos lecheros en las emisiones de gases y su colaboración en este sentido.

La Sociedad Rural de Rafaela organiza en el marco de su Muestra Anual 2021 el Seminario Internacional de Lechería “El impulso de la región al mundo”, junto con la FunPEL y OCLA y el acompañamiento del Gobierno de la provincia de Santa Fe, la Municipalidad de Rafaela y la facultades de Ciencias Agrarias y Ciencias Veterinarias de la Universidad Nacional del Litoral, con el apoyo de Confederaciones Rurales Argentinas y la Confederación de Asociaciones Rurales de Santa Fe, a través de la plataforma Eventum.com.ar
En el segundo día de tres, con disertaciones de altísimo nivel, se destacaron las exposiciones del Ing. Agr. José Jauregui y de Frank Miltoehner sobre el impacto del metano generado por las vacas en el ambiente y las posibilidades de captación de carbono.
Sin embargo, fue Sergio “Yani” García, con más de 20 años de experiencia en la investigación sobre los sistemas de producción lechera enfocados en el pastoreo, en la aplicación de tecnología y automatización en el ordeño quien habló de la “Eficiencia en tecnología del futuro. Robótica y sistemas”, como director del Dairy Research Foundation de Sidney.
Australia tiene una industria lechera decreciente en los últimos años, produciendo nueve mil millones de litros de leche al año, actualmente sólo exporta entre 30 y 35 por ciento de ese total, con unos cinco mil tambos, con promedio de casi 300 vacas cada uno, más concentrados en el Estado de Victoria y siguiendo la tendencia hacia los tambos más grandes, con sistemas básicamente pastoriles, mientras que el diez por ciento de los tambos tienen esquemas de confinamiento.
La rentabilidad no tiene relación directa con el precio de la leche, no determina su potencial de margen, sin embargo, “la sustentabilidad parte de la rentabilidad en los tambos”.
La conversión de pastoril a intensivos en Australia se da por el problema de la falta de agua para las pasturas, la falta de agua es determinante y lleva al confinamiento en freestall, dry lot o camas calientes, además de aportar más seguridad en el bienestar animal y control directo de los rodeos.
El productor siempre está buscando rentabilidad, sustentabilidad, eficiencia técnica, claridad en las reglas de juego, mientra que el consumidor se preocupa cada vez más por la salud, la seguridad del bienestar animal, el impacto en el ambiente, el origen de los alimentos y de eso depende su confianza. Esa es la ecuación del negocio lechero actualmente.
García destacó a las tecnologías más usadas, como las tranqueras y comederos automáticos (reducen el uso de mano de obra y el tiempo de trabajo), son los más utilizados, añadiéndose medidores de producción y de actividad de los animales (captura de datos). En los tambos pastoriles son los datos los de más relevancia para mejorar la sustentabilidad, sin embargo son las de más lenta adopción.
Para la aplicación de tecnología en el tambo debe haber simplicidad en el uso, confiabilidad en la constancia de datos, seguridad, calidad de información, interconectividad de sistemas tecnológicos. Las novedades están en el monitoreo y detección de rengueo, cercos perimetrales virtuales, caravanas con actividad de rumia en guachera y avances en pasturas.
Detección de celo y tranqueras automáticas, junto a tambos robóticos serán las tecnologías más adoptadas en los próximos años. Son los robots más usados en Europa, al 30 por ciento, entre cinco y diez por ciento en Estados Unidos y muchísimo menos en el resto de los países lecheros.
En Australia son pocos los tambos con robots, sólo 50, con un promedio de tres por unidad productiva, con rentabilidad y productividad similar a los tambos tradicionales, más allá de los valores objetivos de sustentabilidad económica que afectaron a todos por igual. Los factores determinantes del robot son la liberación de mano de obra y la producción de leche por robot. La clave está en el manejo, no en tener exclusivamente los robots.
El manejo es lo que determina la rentabilidad, ni un sistema, ni la tecnología lo hacen”, apuntó García, destacando que las tecnologías de captura de datos tienen más potencial a futuro. “El uso de tecnologías mantienen el interés en las futuras generaciones respecto a la adopción de tecnología”.
Para García, en los tambos chicos no sólo se pierde dinero por el tamaño, sino muchas veces por la eficiencia en el manejo productivo. “En cada caso particular para adoptar tecnología hay que evaluar en donde se está perdiendo eficiencia, ahí está la clave para poder dar un salto. Quizá una caravana electrónica puede ser el primer paso, porque no es un gasto grande y permite mejorar el conocimiento y el manejo. Hay que apuntar a la ineficiencia más grande. La tecnología no va a hacer un milagro, va a permitir ganar un extra cuando se hacen las cosas bien”, concluyó.

El impacto ambiental de la lechería pastoril”

José Jauregui es Ingeniero Agrónomo egresado de la Universidad Nacional de La Plata. Desde el año 2010 es docente en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional del Litoral donde actualmente se desempeña como Profesor Adjunto de la cátedra de Forrajes. En 2018 comenzó además a trabajar en el área de I+D de Gentos Argentina. Especialista en Ciencia Aplicada (Lincoln University, Nueva Zelanda) y Doctor en Ciencias Agrarias (Universidad Nacional de Mar del Plata) se enfoca en la ecofisiología de Pasturas, desarrolló todos los aspectos vinculados a “El impacto ambiental de la lechería pastoril”.
Mientras se contraponen las miradas sobre los típicos tambos, donde una parte de la sociedad ve a las vacas pastoreando tranquilas, otros intentan imponer a cada vaca como un agente contaminante y generador de carbono.
Desde los años ´60 las emisiones de dióxido de carbono han aumentado, lo cual afecta en la temperatura ambiental, generando anomalías de temperatura con unos dos grados por encima de las medias históricas. “Estamos alterando al ambiente mucho más rápido de lo que puede recuperarse”, sin embargo no es la ganadería la culpable.
El sector energético se lleva el 73 por ciento de todos los gases de efecto invernadero, el 18 por ciento se lo lleva toda la agricultura, la forestación, el cambio de uso de la tierra, sin embargo de esta parte, la ganadería sólo representa allí el seis por ciento.
Desde mediados del Siglo XIIX, Europa y Estados Unidos son los mayores emisores de dióxido de carbono, mientras que Sudamérica hizo el 2,52 por ciento del aporte, Argentina con el 0,5 por ciento, con lo cual el foco de los reclamos se corre, aunque no quita que se deban hacer esfuerzos para reducir emisiones.
En nuestro país la ganadería es apuntada, por sobre otros sectores, liderando una escala particular de emisiones.
La FAO había emitido en 2006 un informe donde explicaban que la ganadería emitía más gases que el transporte, que ya en 2009 se corregía estimando una falla en las mediciones, lo mismo pasó en 2013 cuando el propio organismo reduce a la mitad sus cálculos llegando al diez por ciento las emisiones ganaderas. Se cambiaron los lugares, pero el daño ya se le había hecho al sector.
El metano que producen las vacas es un subproducto de su digestión que se emite por eructos. Una molécula de metano equivale entre 25 y 28 moléculas de dióxido de carbono. En definitiva a ese gas las plantas lo convierten en celulosa y almidón, las vacas lo ingieren y recomienzan el ciclo biogénico, por lo tanto la gandería no agrega nada nuevo a la atmósfera, como si se hace en la extracción de combustibles fósiles que entran en combustión. Así si se adiciona dióxido de carbono en la atmósfera.
Los sistemas tienen potencial de captura de carbono, dependiendo de todas las condiciones disponibles, permitiendo mejorar la huella de carbono, estando hoy en la región pampeana los suelos al 50 por ciento de su capacidad de captura. “Cuanto más verde tenemos, más fotosíntesis, más producción, más pasto y más captura de carbono”, dijo Jáuregui, para lo cual ofreció diferentes modelizaciones de captura, destacando que con la mejora de la calidad de la dieta se bajan las emisiones, además de un manejo del pastoreo que permita una mayor digestibilidad.
Las leguminosas mejoran la producción total, son aliadas para capturar nitrógeno de la atmósfera, también colaboran otras pasturas como los lotus que reducen emisiones de metano por la presencia de taninos, los plántagos reducen la pérdida de nitógeno en profundidad y volatilización, al igual que con el óxido nitroso.
Las algas rojas que se incorporan en las dietas ayudarían a reducir emisiones, sin embargo son estudios en curso.
Existen unas máscaras, también en evaluación que oxidan las emisiones y podrían ayudar a mitigar el impacto del metano.
Las emisiones constantes no incrementan el calentamiento, sino que hay una recirculación de metano que se transforma en dióxido de carbono que vuelve a insertarse en las plantas”, apuntó.
Entre las conclusiones, José Jáuregui apuntó que “las vacas pueden ser aliadas en la lucha contra el calentamiento, si somos capaces de mejorar el sistema productivo”, mientras que “las pasturas perennes tienen un potencial de captura que permiten capturar mayor cantidad de carbono”.
Como reflexión “desde el sector ganadero en general y lechero en particular tenemos un desafío en mejorar mejor, tenemos que mostrar que vamos por un camino que busca la sustentabilidad. Necesitamos más ciencia y menos relato. Nos falta lobby, pero tenemos que trabajar en comunicar mejor, además de profesionalizar la actividad ganadera”.
Concretamente, el sistema agropecuario en general y la ganaderia en particular, puede capturar carbono a través de las pasturas, comiéndola, esa interacción aumenta el crecimiento de la pastura, del recurso forrajero. Si aumentamos el crecimiento aéreo, también lo hacen las raíces y ahí hay una potencial captura de carbono.
En la región pampeana en particular los suelos están al 50 por ciento de su capacidad y hay que aprovechar esto teniendo una mejor ganadería, un mejor tambo, llenando los suelos de carbono, para mitigar el cambio climático y en definitiva trabajar para bajar el aumento de temperaturas”, enfatizó.

Recircular el metano

Frank Miltoehner tiene una
maestría en ciencias animales e ingeniería agrícola de la Universidad de Leipzig, Alemania y un doctorado en ciencia animal de la Universidad Tecnológica de Texas. Es director del CLEAR Center, desde donde se trabaja para ayudar globalmente a comprender los impactos ambientales y salud de los rodeos, por eso disertó sobre “el rol de las vacas lecheras en el cambio climático, en sistemas intensivos”.
El detalle comenzó avanzando sobre el metano, un gas que tiene una importancia crítica en el ambiente.
En Estados Unidos la industria produce el 80 por ciento de los gases de efecto invernadero, mientras que la agricultura en general sólo aporta el nueve por ciento.
Los gases más preocupantes son el óxido nitroso, el metano (potente pero dura poco en la atmósfera) y el dióxido de carbono, comparados por el Global Warming Potential (GWP100), que fue reemplazada ahora por la GPW* para mejorar los cálculos.
El metano es producido por diferentes fuentes, pero también se destruyen por otros sumideros que son muy poderosos, por lo tanto “es muy importante tener esto en cuenta desde el punto de vista de la contabilización, con una remoción atmosférica de este gas”.
El metano dura diez años en la atmósfera a diferencia de los otros dos gases mencionados, sobre todo el dióxido de carbono que perdura unos mil años con cada molécula.
Un rodeo lechero constante, mantiene el metano que se produce y se reduce. El metano usa carbono reciclado de la atmósfera, por lo tanto, con la oxidación de sus radicales vuelve el dióxido a la atmósfera, por lo tanto se recicla el existente, lo hace recircular. “El ganado no genera calentamiento global adicional, por el uso de fuentes constantes de metano, por el hecho de generarse producción y destruccion”, remarcó Mitloehner.
No sucede lo mismo en la producción de gases en otros sectores, sobre todo entre los combustibles fósiles, porque ahí no hay secuestro de carbono como si existe en la producción ganadera y agrícola, siendo esta “una solución a nuestra lucha contra el cambio climático”.
Comparar los autos con las vacas, por lo menos, es iandecuado”, remarcó.
El CO2 es un gas de reserva, porque se acumula, el metano es un gas de flujo porque se destruye y no se acumula en la atmósfera, mientras que la fuente del gas se mantenga estable y lo reutilice.
El biogás tiene 60 por ciento de metano, en los tambos donde las lagunas de desechos se cubrieron, se pudo producir un gas natural renovable que permitió en California reducir los gases de efecto invernadero en 2,2 millones de toneladas métricas. Se supone que los productores amortizarán pronto las inversiones para implementar esas tecnologías con la reutilización de gases.
La industria lechera puede ser parte de la solución a los problemas del clima y yo los aliento a que trabajemos en eso”, dijo el especialista, animando a la instalación de biodigestores con doble impacto, el ambiental y el económico para los propios productores. El camino es que “la industria lechera llegue a ser neutral en los próximos años”.
Argentina tiene que mostrar su huella de carbono y planificar las estrategias para ser más sustentable y llegar a la neutralidad”, sugirió, siempre utilizando las herramientas disponibles y con el desarrollo de nuevas tecnologías.
El especialista remarcó que “deberíamos tratar de evitar el crecimiento en el número en los rodeos, tenemos que hacer que nuestros animales sean más eficientes, con mejor genética, mejor alimento. Así podremos reducir las emisiones y asegurar la producción de alimentos”.
Hay en el mercado unas 30 tecnologías que prometen reducir el metano, pero en UC Davis se comprobó que sólo cinco tienen real impacto, aunque con otras consecuencias como los aditivos que reducen la ingesta de alimento, también, lo cual es una situación no deseada. Las máscaras que oxidan el metano puede provocar otros problemas en los animales, “creo que estas cosas no están listas para su hora estelar. Tengo fe en otras estrategias, como en una vacuna contra el metano que está en desarrollo”, concluyó.

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