Es en
la localidad santafesina de Susana, en la explotación de la familia Alquatti.
Un sistema dry-lot eficiente que apunta al bienestar animal y al cuidado del
ambiente.
En un
campo alquilado de 129 hectáreas, pero donde pueden producir todo el alimento, con
ubicación excepcional en la entrada de Susana, en la intersección de la Ruta
Nacional 34 y la Ruta Provincial 67S, de un tambo pastoril generaron un dry-lot, donde a las vacas se les
da una dieta TMR, en los corrales con sombra, agua y comida constante.
El
primer día se ordeñaron 800 litros y en ahora están en los 7.400 litros, con
232 animales en producción, con un promedio de 32,5 litros por cada vaca, por
día.
“El
sistema nos permite ser más productivos por hectárea. La vaca al estar
encerrada genera un menor gasto de mantenimiento que una que va a comer a
pasto, por lo tanto podemos darle un plus al rodeo en la dieta con los
concentrados”, explica Joaquín Alquatti.
El es
ingeniero agrónomo hace un año y está a cargo de la empresa de su padre, Hugo.
Junto a su pareja, Luciana Marchisio, que está a punto de recibirse también de
agrónoma, tienen una mirada especial sobre la actividad.
“Una
dieta más picante a la que responden las vacas nos permite tener una mayor
carga animal por hectárea”, lo que de alguna manera llega a compensar la
diferencia de costos respecto al sistema pastoril. Hace tres meses tenía una
mayor competitividad respecto al precio pagado por la industria, previo al
parate de aumentos, de todos modos este es un productor más que recién ahora
está balanceando sus números, no por obra de la política, sino por cuestiones
de oferta y demanda, aunque la devaluación suma su impacto.
Forma
de trabajo
En
diálogo con Agrofy comentó Joaquín, “optamos por sectorizar todo el trabajo del
tambo, lo que nos permite tener más estabilidad si hay recambio de personal”, durante
una de las tardes cálidas de esta particular primavera en el establecimiento La
Otilia de Integral Agropecuaria SA.
Sergio
Sena y su familia están a cargo del ordeño, que se hace en tres etapas
diariamente, con lo cual son cinco personas que se reparten la tarea, sin
agotarse en dos turnos cada uno. A las 7, 15 y 23 horas, utilizan la manera más
inteligente de combinar la producción lechera con extracciones cada ocho horas;
y una vida más amigable para quienes trabajan en el tambo.
Joaquín
Alquatti es evaluador de bienestar animal de Aprocal y entiende que “con este
sistema dry-lot le damos mucha importancia al tema, con media sombra móvil,
hemos plantado muchos árboles en el campo, pero también en el corral de espera,
donde están el tiempo adecuado; y en la sala de ordeño, con ventiladores para
bajar el estrés, con la repetición de la rutina y el alivio de tres veces por
día”.
“La
inversión en bienestar animal se retribuye con producción”, cuenta con una
sonrisa reconociendo que hasta les aflojan el costado de los lotes con discos
para que las vacas se puedan acostar más cómodas, en esa suerte de cama.
Reposición
Trabajan
con servicio estacionado, continuo, con cancelación para no tener partos en
enero y febrero, evitando estrés en las madres y mayor sanidad en los terneros.
Tienen
crianza artificial de terneros, individual, machos y hembras por separado,
durante 60 días en estaca, hasta duplicar el peso y con una adaptación de dos
semanas en comederos se los pasa a la Recría 1, de lleno con dieta TMR. Se hace
una selección fenotípica y de eso pasan a la Recría 2.
“No
traemos animales de afuera, la reposición es propia”, con lo cual se venden los
ejemplares que no permanecerán en el tambo. A los machos para engorde se los
lleva hasta los 220 kilos antes de venderlos, mientras que las hembras entran en
servicio a los 12 meses, con un promedio óptimo de vaquillonas al parto a los
24 meses y altos índices reproductivos. La intención es llegar a tener 250
animales, limitado esto por la ordeñadora, salvo que se puedan avanzar en más
inversiones para expandirse.
Inversión
y biodigestor
“A
partir de 2016, con la última inundación, no tuvimos más alternativas que pedir
créditos para poder reponernos. Hoy estamos terminando de pagar los créditos,
todo lo que hacemos en inversiones es de manera consciente”, aseguran estos
trabajadores del tambo.
Gente
joven y con ideas de progreso, tal como los pioneros, hoy entienden que hay que
adaptar la producción a otros procesos.
El
tratamiento de efluentes es fundamental, sin embargo en Santa Fe no está
reglamentado. Dando un paso adelante empezaron a contemplar la posibilidad de
instalar un biodigestor.
Comparando
productos, los importados de Alemania tienen un costo aproximado de 60 mil
dólares, mientras que los nacionales se consiguen en 14 mil dólares, de la
empresa Biomax Argentina.
Gestionaron
el subsidio de una ONG, lograron instalar el primero para un tambo, ya que
estaban pensados para la producción porcina y empezaron esta aventura en plena
cuenca lechera santafesina hace dos meses.
El
movimiento de tierra demanda tiempo, porque requiere de una excavación de dos
metros de profundidad, pero una vez listo es un día y medio de instalación
total, más dos días para terminar de calibrar esto que termina pareciendo un
silo-bolsa azul francia.
La
limpieza del corral de espera genera un efluente que termina en una cámara de
recolección que tiene una bomba estiercolera con nivel automático y entra al
biodigestor, una bolsa gigante y azul que conserva durante 20 días a los
líquidos en la transición, para que las bacterias metanogénicas degraden los
desechos, les quitan los patógenos y conservan los niveles nutritivos, que ya
se analizaron en el INTA Rafaela, para tener un control riguroso de los
resultados.
El
biofertilizante se reutiliza con estiercolera en los lotes agrícolas, para
reponer en el suelo; y el gas metano con ácido sulfídrico que se filtra con
viruta de hierro oxidada, se puede reemplazar el propano.
En una
garrafa grande se comprimirá en primera instancia, luego de pasar por una válvula
que Joaquín y Luciana diseñaron para un mejor uso, siendo este proceso el que
iniciarán en próximas semanas y luego se traspasará a garrafas más chicas para
el uso en las dos casas que tiene el campo. “En un futuro la idea es poder
producir corriente eléctrica y meterla en la red”.
Frenando
la contaminación y devolviéndole al suelo lo que se le extrae la iniciativa sin
dudas aporta una mirada innovadora para un tambo promedio, pero que debe
generalizarse, para tener mejores resultados en la producción, pero sobre todo por
legalidad y responsabilidad.
Un
proceso que está temporizado, controlado, permite atenuar el impacto ambiental
y con una apreciación global del trabajo, mejorar cada eslabón de la tarea en
el tambo.
Para
sobrevivir la lechería debe evolucionar y esta es una de las formas,
claramente.
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